María Ángeles Naval
Clase media y literatura
En junio de 2015 organicé con Zoraida Carandell y Mercedes Yusta un encuentro sobre aspectos literarios y culturales de la Transición española en el Instituto Cervantes de París. Se tituló La Transición sentimental. En la Universidad de Zaragoza habíamos encadenado ya varios proyectos de investigación sobre la Transición que incluían la creación de una base de datos con novelas, películas, obras de teatro y de televisión que trataran sobre el tema. Ahora la estamos terminando. Antes habíamos publicado un libro, La Transición como relato. El relato de la Transición (2013), al que contribuí con un artículo sobre El día del Watusi de Francisco Casavella titulado «La Transición política española no ha tenido lugar». La trilogía de Casavella (2002-2003) hace un relato despiadado, humorístico, nihilista y destructivo del proceso político de la Transición. La visión de Casavella puede ponerse en relación con otras novelas que empezaron a menudear a partir de la crisis de 2007. Quizá 2011 sea el año que presenta más concurrencias narrativas en una línea parecida o análoga a la de Casavella. Es el año de publicación de Un momento de descanso de Antonio Orejudo, que habla de la Transición de manera escéptica, burlesca, anti-épica y valleinclaniana como la de Casavella.
Teo González. Arch Drawing
Tiempo para la reflexión. Eso es lo que se reclama en el ciclo «Ante la imagen» que acompaña a las exposiciones de La Casa Amarilla. Un tiempo necesario para mirar, ver y saber las obras en compañía de especialistas en las más diversas disciplinas cuyas reflexiones nos ayudarán a situarnos ante las imágenes. O, al menos, a interrogarlas.
La exposición Arch Drawing de Teo González en La Casa Amarilla celebra el regreso del artista a Zaragoza. Han pasado trece años desde su última individual en la ciudad, cuando presentó en el Museo Pablo Serrano una secuencia de obras que eran el resultado de un complejísimo método de trabajo iniciado en 1990. Aquel año significó mucho para Teo González pues fue entonces cuando supo la dirección que debía tomar aunque no tenía claro cómo llegar. Un poco en la línea de Frank Stella cuando, en 1960, observó que los dos problemas de la pintura eran averiguar qué es la pintura y cómo se hace una pintura. Cuestiones en las que Teo González persevera.
Miguel Ángel Ortiz Albero
El andar, el arte de desaparecer y la melancolía
La mesa de trabajo, la mía, es extensible. No está sujeta a unas dimensiones prefijadas y/o estables. Un sistema de bisagras permite ampliar o reducir su superficie. Cada nuevo proyecto se expande o repliega de un modo único. Hay, sobre la mesa, una lámpara antigua, cuadernos y lapiceros, libros y apuntes. Todas las anotaciones de esta charla están hechas a lápiz. Con el tiempo, y de no convertirse en algo más, todas estas notas desaparecerán. El grafito del lápiz se desvanecerá.
Joaquín Sicilia
Agricultura, símbolo y arte. (El espíritu de los materiales, el espíritu de la arquitectura)
La referencia al territorio, al paisaje agrícola y su capacidad simbólica en la memoria de los habitantes de las ciudades es muy importante.
La «Mesa de trabajo» que presento en La Casa Amarilla incide en cómo ese carácter simbólico que parte de una naturación basada en un ámbito rural, puede extrapolarse como generador de emociones vinculadas al mundo de las sensaciones, muy próximo o vinculado con el mundo del arte.
Cristina Monge
Ciudades en transición
Me desnudo haciendo pública mi mesa de trabajo y en ella mis preocupaciones y obsesiones que, a menudo, se bifurcan de forma interminable en caminos que dibujan un paisaje apocalíptico al saber que nunca serán transitados. En tiempos en los que la complejidad crece en progresión geométrica, la interdependencia de los saberes se multiplica y la generación de conocimiento parece que avanza al ritmo de la comunicación, la ansiedad es inevitable.
David Almazán
Orientando la mirada. Un paseo por el arte asiático en Zaragoza
Propongo un paseo oriental. Al ser historiador tiendo a comenzar por los antecedentes más lejanos y me vienen a la mente dos notables aragoneses que nos llevan a los comienzos de la Ruta de la Seda en los primeros siglos de nuestra era. El primero, el bilbilitano Marco Valerio Marcial, fue un poeta latino que en sus célebres Epigramas describió la decadente y hedonista Roma que caía en todo tipo de excesos bajo el envoltorio de lujosas sedas chinas importadas. Es posible que algún romano pudiera llegar a la China de la dinastía Han, pero no hay indicios de que fuera hispano. En la ficción sí que encontramos a un zaragozano que visitó la China del siglo III d. C. Se trata del científico Sildulfo García, protagonista de una poco conocida novela de viajes en el tiempo titulada El anacronópete (1887) de Enrique Gaspar, que se anticipó en la idea ocho años a H. G. Wells.
El paseo. Intervenir la ciudad
Entre las actividades organizadas con motivo de la exposición El paseo. Intervenir la ciudad figura el ciclo «Ante la imagen», a cargo de quienes nos han brindado sus paseos, haciendo con ellos ciudad. Porque estamos convencidos de que pasear, un acto tan sencillo, es una estrategia social y política que nos permite pensar, reflexionar, debatir, interrogar y proponer nuevas posibilidades a explorar para pensar y restaurar la ciudad.
El paseo. Intervenir la ciudad
Día a día aumenta el protagonismo de las ciudades en la vida económica, política, social y cultural. Las ciudades son las receptoras de las inversiones de capital, pero también de los sucesos dramáticos; son actores de movilizaciones y ensayos de nuevas formas de participación democrática, pero también espectadoras de los efectos no deseados del desarrollo y de las desigualdades…
Las ciudades son en la actualidad el sujeto de innovadores estudios académicos en todas las ramas de las ciencias sociales; sin embargo, todavía no sabemos lo suficiente sobre las ciudades y, desde luego, las personas que vivimos en una ciudad tenemos una idea muy condicionada.
Francisco Pellicer
Descubrir lo natural
Si tuviera que describirme ahora, diría que soy un curioso que va de flor en flor entre las diversas disciplinas que se ocupan de la naturaleza y del ser humano. Me gusta enormemente pasear y contemplar la sabiduría de la naturaleza y la de las gentes que usan el espacio. Camino frecuentemente deslumbrado por los paisajes que las distintas culturas han dejado impresos en la epidermis de la Tierra. No me gustan las explicaciones simples y quiero saber más de lo que veo. En este devaneo, surge mi necesidad de leer. Y leo las cosas más diversas, aparentemente incoherentes, muchas veces heterodoxas, otras crípticas y encerradas en la liturgia científica que exige ciertos ritos iniciáticos.
Así veréis mi mesa de trabajo como un caos de elementos aparentemente inconexos: libros (de ecología, geobotánica, urbanismo, paisaje o arte), fotografías aéreas, mapas… Un caos que, amasando con disciplina científica, trato de someter a un orden global que calme la zozobra de mi desconocimiento.
Y para aprender cosas nuevas necesito explicarlas. Por eso soy un feliz profesor. Me encanta desnudar a la ciencia de sus oropeles, de su solemnidad pontifical o doctoral, de sus índices de impacto… hasta que aparece el conocimiento desnudo y accesible.
Lina Vila. La tinta y la hierba
Tiempo para la reflexión. Eso es lo que se reclama en el ciclo «Ante la imagen» que acompaña a las exposiciones de La Casa Amarilla. Un tiempo necesario para mirar, ver y saber las obras en compañía de especialistas en las más diversas disciplinas cuyas reflexiones nos ayudarán a situarnos ante las imágenes. O, al menos, a interrogarlas.
Para su exposición en La Casa Amarilla, Lina Vila ha pintado un jardín. Qué mejor motivo para celebrar los veinticinco años que han pasado desde su primera exposición individual en 1992. Y para celebrar la memoria de su padre, Pedro Vila, que le enseñó a apreciar la naturaleza y las plantas. Su huerto era su paraíso. Ahora aquel huerto es el espacio utópico de Lina Vila. Los jardines, ha escrito Santiago Beruete, nos hablan de la nostalgia de lo que una vez fue y de lo que nunca podrá ser, de tal modo que la pasión que los seres humanos han sentido a lo largo de la historia por construir jardines, se fundamenta en el deseo de evadirse de la realidad y en el anhelo de retornar a la naturaleza. Lina Vila siente bienestar y equilibrio en el jardín de su casa y en el deseo de hacer permanentes esos sentimientos, lo pinta.