Louisa Holecz. Prélude à un exil
Prélude à un exil da título a la primera etapa del complejo proyecto que la artista Louisa Holecz inició en 2019 cuando, con motivo de la exposición Viaje al manicomio celebrada en La Casa Amarilla, pintó Cloto en alusión a la escultura de Camille Claudel y al jardín del manicomio de Montdevergues, donde la artista murió tras un largo encierro. Existen fotografías de aquel jardín, pero Louisa Holecz decidió pintarlo seco y estéril como las hebras que surcan hirientes el cuerpo de la escultura Cloto, la parca del destino que Camille Claudel modeló como una representación visionaria de su futuro. Cloto, se ha escrito, surgió del laberinto de la demencia; un estado que arrojaría a su autora a la incomprensión, a la soledad y finalmente al olvido. Durante treinta años Camille Claudel vivió en el exilio, así se sintió. Tras su muerte, en 1943, hubieron de pasar cuatro décadas hasta el inicio de un lento proceso de recuperación que, enredado en la ficción, apenas aportaba conocimientos rigurosos sobre la decisiva aportación de Camille Claudel a la escultura.
Teresa Salcedo
Todo es pasaje
Todo es pasaje da título a la exposición de Teresa Salcedo en La Casa Amarilla en la que, como si se tratase de una de sus mesas de trabajo, presenta un montaje instalativo que activa las posibilidades de permanencia de las imágenes seleccionadas e introduce nuevas expectativas. Junto a las obras, los mapas y los libros ocupan la mesa que presenta en la galería.
Tránsito es el término que más ha utilizado Teresa Salcedo en sus escritos y en la formalización de sus obras. No es su intención mostrar el paso de un estado a otro, sino profundizar en los momentos turbadores de la migración, en las cesuras e interrupciones que intervienen en un proceso de continuas ocultaciones y revelaciones. Quizás con el propósito de atender al olvido en las interminables resonancias de unas imágenes que tienen memoria, ante la imposibilidad de regresar al principio.
Alejandro Ratia
El sueño de Tahití: el viaje del eterno regreso
Todo viaje, incluso si es el primero a un lugar, resulta ser de regreso. De entrada, porque del mismo lo que queda es la memoria, y cuando se cuenta, se precisa retornar al sitio mentalmente. Y sucede también que cualquier viaje regresa a los mapas que consultamos soñándolo, a los libros que nos incitaron a elegir aquel destino, o a los libros y películas que, una vez elegido, nos sirvieron para prepararlo y trazar recorridos sentimentales sobre la memoria de otros sujetos, e incluso sobre la memoria falaz de personajes de ficción, como puede suceder si recorremos España siguiendo la ruta del Quijote. Hoy en día, nos sucede además que antes de llegar a un hotel desconocido, ya hemos visto en internet la habitación donde dormiremos, ya hemos visto en Google Maps el camino que conduce desde el mismo hasta la playa. El viaje literario o cinéfilo y el viaje virtual preceden al verdadero, y a este, cuya condición se diluye fantasmalmente, le sucede el viaje recursivo al propio viaje. Un viaje que no se recuerda no ha existido. Tu memoria se suma a las que te precedieron.
Mapi Rivera
El hilo invisible
La experiencia de conexión con un flujo de Luz que Mapi Rivera sentía de forma natural desde su infancia cobró sentido con la lectura de los relatos visionarios del Medievo. Ibn Arabi, Hildegarda de Bingen, Hadewijch de Amberes, Margarita Porete… le revelaron el proceso de inspiración y creación visionaria, así como el reconocimiento del valor de esas vivencias tan íntimas. Durante casi diez años Mapi Rivera se dedicó a investigar las experiencias de personas sensitivas que habían tenido algún tipo de percepción dilatada de la realidad. En su ensayo El sentido numinoso de la Luz (Herder, 2018) recoge relatos y testimonios, y atiende a los procesos de creación; temas que ocupan la «Mesa de trabajo» que presenta en La Casa Amarilla, con motivo de su exposición El hilo invisible.
Javier Aquilué
Bric-à-brac
En 1973 el artista holandés Bas Jan Ader escribió unas palabras sobre una pared blanca y las iluminó mediante un foco, junto a un ramo de flores La inscripción rezaba: «Pensamientos no dichos, luego olvidados».
Si hay algo parecido a una idea central en mi trabajo artístico, es la de que en la comunicación humana nada queda nunca suficientemente expresado. Soy un seguido de la máxima de William Burroughs según la cual «el lenguaje es un virus» que nos ayuda a buscar consensos, instituir sociedades, crear culturas en la misma medida en que nos enferma de falsas certidumbres. A su vez, los mecanismos de la memoria, los diversos dispositivos mediante los que se fija lo realmente dicho, son soportes imperfectos, sometidos a la acción del tiempo, la tergiversación, el olvido. La tarea del arte es la de dar fe de la pérdida inherente en cada adquisición de experiencia, recrear y hacer vibrar ese contenido no expresado. El epílogo de El Ojo Vago -libro que ha acompañado a mi exposición Bric-à-brac en La Casa Amarilla- se titula, en referencia a Bas Jan Ader: «Ni dicho ni olvidado».
La Casa Amarilla
En soledad
La soledad que exige el proceso creador, más allá de disciplinas concretas, ha sido el tema predilecto de la programación expositiva de La Casa Amarilla en su corta trayectoria. El próximo 16 de noviembre cumplimos cuatro años. Muchos de los proyectos realizados rondaban la soledad por lo que, en octubre de 2019, al determinar la programación de la siguiente temporada, decidimos que sería el tema protagonista del proyecto inaugural por tratarse de un aspecto de especial importancia en nuestra sociedad. Tanto para quienes desean hallar en la soledad un reducto de quietud, como para quienes, por el contrario, la soledad es una consecuencia dolorosa de una situación de marginación, producto de la desigualdad actual. No podíamos pensar que, como efecto de la irrupción en nuestras vidas de un nuevo tipo de coronavirus, el SARS-CoV-2, la soledad iba a mostrársenos poco más tarde con una extensión y una intensidad imprevisibles.
Sylvia Pennings. Emboscarse
Emboscarse: ser bosque, activar la mirada crítica, nunca ocultarse. Hay bosques allí donde somos bosques, allí donde somos ingobernables: hay bosques en cualquier lugar donde sea posible oponer resistencia. Los bosques pintados o dibujados en blanco y negro de Sylvia Pennings (Ámsterdam, 1961) convierten a La Casa Amarilla en un bosque, en un escenario de reflexión y de crítica.
Una de las preocupaciones de la artista ha sido la de abordar en su trabajo la progresiva falta de atención en la actual sociedad de la información a conceptos tales como intuición, reflexión o sabiduría; conceptos ya en desuso ante las posibilidades que brindan los dispositivos de conocimiento inmediato más avanzados. Por eso Sylvia Pennings decidió regresar a los bosques, lugares sagrados y escenarios de narraciones y relatos que cuentan nuestra historia olvidada, refugios que permiten la desconexión, e invitan a regresar al origen y ser partícipes del vínculo que nos une a lo natural.
Sylvia Pennings
Emboscarse
De todos los bosques existentes en el mundo, el bosque metafórico es el más extendido. Abarca todo el territorio que habitamos y los espacios salvajes más remotos. Es el escenario donde transcurre la vida.
Tanto el ecosistema del bosque natural, como nuestra vida diaria, están regidos por la ley causa-efecto. Cada evento conduce al siguiente. Todo está en movimiento continuo y todo está conectado. Algo difícil de comprender a pesar de la enorme cantidad de información que disponemos; sucede que, lejos de ayudarnos a verificar la autenticidad de lo que sucede, acabamos sumidos en la incertidumbre y la confusión. Es preciso adoptar una actitud crítica. Emboscarse: tomar posición.
María Gimeno
Abrir palabra por palabra el páramo
Los primeros días de confinamiento fueron los más difíciles. Ahora parece todo más sencillo. Hemos entrado, al menos yo, en una nueva rutina que permite volver a replantear los proyectos varados repentinamente hace ya más de un mes. Durante los primeros días todo perdió sentido, todo se volvió irrelevante. ¿Cómo seguir con lo planeado en esta situación emocionalmente extenuante? Poco a poco, el paso de los días ha enfriado el miedo y sosegado la angustia. Se atisba la posibilidad de recuperar la pulsión creadora.
Cuando salí de mi domicilio a la casa donde he pasado el confinamiento, apenas tuve tiempo de recoger material de trabajo. Solo esta gran tela, que parecía estar esperándome en el cajón de los bordados, me acompañó. La había abandonado hacía tres años y, por suerte, en un momento de lucidez la recordé. Los primeros días sentí la necesidad de trabajar físicamente en algo que me ayudara a normalizar esta nueva vida que, de manera abrupta, había cortado con todo lo previsto. Necesitaba trabajar para sentir que no todo se había roto. Obligada a replantearme el futuro y ser consciente de que nada es definitivo, era algo nuevo para mí. Nunca antes habría dudado de ciertas «certezas». Vivir al día sin expectativas era algo nuevo e inquietante.
María Gimeno y Louisa Holecz. Abrir palabra por palabra el páramo
La incertidumbre y extrañeza emocional que nos acompañaron durante el periodo de confinamiento y continúan presentes en el lento regreso a una normalidad que no reconocemos, incitan a reflexionar sobre el miedo a la enfermedad y sus consecuencias en todos los ámbitos, privados y colectivos. El lienzo bordado de María Gimeno, Abrir palabra por palabra el páramo, al que acompañan los libros cosidos de Louisa Holecz, ocupan el espacio vacío de La Casa Amarilla con el ánimo de recuperar miradas, voces y experiencias; y abordar posibilidades de futuro con representantes de los distintos sectores de la cultura en Aragón a través de este ciclo de conversaciones.