A cielo descubierto y en paisajes al margen sitúa Javier Aquilué la singular galería de personajes que coinciden en este relato escenificado donde la realidad y la ficción se enredan, con el ánimo, quizás, de enfocar las sombras que proyectan los cuerpos, por ser delatoras del origen de la imagen representada. Pues, no en vano, lo que está en juego es la supervivencia de las imágenes, asunto prioritario de la reflexión teórica y pictórica que, desde hace años, le ocupa. Atento a la situación frágil y coyuntural del sistema que modela el arte actual, incapacitado para superar las convenciones históricas que lo limitan, Aquilué decidió tomar posición con el “Ojo Vago”, teoría del arte asentada en el valor productivo de lo disfuncional en la que lo precario y lo inestable son algunos de los valores protagonistas, presentes también en su pintura de evidente conciencia social, ética y política; histórica, en definitiva.
Hay muchos enigmas en la sombra de un hombre que camina a pleno sol, supo Giorgio de Chirico, pintor de sombras. A la intemperie y a pleno sol, Javier Aquilué opone resistencia al tiempo de su época, siguiendo el consejo de Goethe para quien eso que se llamaba espíritu del tiempo en realidad era -y aún hoy sigue siendo- el del historiador, artífice de un modelo lineal ajeno a cualquier síntoma que lo alterase. Coincide Aquilué con Benjamin en que el arte es esbozar la realidad hacia atrás, a contrapelo; y comparte con Warburg el interés por su modelo fantasmal de la historia en la que los tiempos se expresan por supervivencias y reapariciones de las formas. Como señala Didi-Huberman, después de Warburg la historia del arte se turba, llega a un origen que es lo contrario de un comienzo absoluto, por tratarse de un torbellino, de un momento perturbador más allá del cual el curso de las cosas se trastorna en su profundidad. De entre las múltiples y complejas consecuencias que se derivan de esos retornos, más allá de la desorientación que imponen cuando atraviesan la organización cronológica de la historia, cabe reseñar la aparición de anacronismos hasta el punto de anacronizar la historia misma, imponiendo la paradoja de que las cosas más antiguas vienen a veces después de las cosas menos antiguas. “Lo nuevo ha ocurrido antes”, sostiene Jeff Wall.
Javier Aquilué participa de esta concepción de la historia del arte al entender el ejercicio de la pintura -el suyo, al menos- como un anacronismo, como una práctica póstuma de perspectiva off-modern, que mira al pasado como si fuera el futuro, mediante la representación de imágenes desgajadas en su puesta en escena de un continuo narrativo, desplazadas como están al margen, a la intemperie. [Chus Tudelilla]
Programa
15 de octubre, a las 20 h
_ Los ensacados.
22 de octubre, a las 20 h
_ El origen de la pintura.
29 de octubre, a las 20 h
_ ¿Es tiempo de monumentos?
5 de noviembre, a las 20 h
_ Pintar la acción.
16 de noviembre, a las 20 h
_ En busca de lo milagroso.
19 de noviembre, a las 20 h
_ ¿Por qué miramos a los animales?