Concha Lomba
Las artistas en España, 1804-1939
En 1804, Francisco de Goya retrató a María Tomasa Palafox, marquesa de Villafranca, una de las primeras pintoras aficionadas españolas que logró ingresar en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Entre ese momento y el final de la Guerra Civil, al tiempo que se asistía a la modernización de las estructuras artísticas, las creadoras españolas lucharon por ocupar el lugar que les había sido negado hasta entonces, como hicieron sus colegas europeas y americanas. Los libros que actualmente ocupan mi mesa de trabajo son una herramienta para analizar ese largo proceso, para el que no existe ni un estudio de conjunto, ni trabajos parciales en determinadas disciplinas, y ni tan siquiera monografías de la sugerente y abundante nómina de artistas que trabajaron por aquellas fechas.
Antón Patiño
Manifiesto de la mirada
Los ensayos Todas las pantallas encendidas y Manifiesto de la mirada (ambos editados en Fórcola Ediciones, en 2017 y 2018, respectivamente) son dos propuestas complementarias sobre el universo de la imagen. Libros que mantienen una relación dialéctica o complementaria. El primero plantea un acercamiento al entorno audiovisual de Occidente hoy, el uso de la imagen y su proliferación incesante. La economía-atención en un contexto de dominación visual. La hegemonía óptica de la imagen-poder segrega una telaraña hipnótica. Todas las pantallas permanecen encendidas (día y noche reclaman nuestra atención). No hay salida, solo la experiencia creativa, la dimensión poética y la libertad de la mirada pueden servir de antídoto a un totalitarismo del espectáculo narcisista convertido en eje de una alienación colectiva sin precedentes. El capítulo último del libro esboza unas líneas de resistencia que son las que se desarrollan en el siguiente ensayo: Manifiesto de la mirada.
Luis Francisco Pérez
Espacios de significado
La invitación que me hace llegar Chus Tudelilla para hablar de mi «mesa de trabajo» me produce una doble sensación, o una doble interpretación. Ciertamente ambas emociones serían innegablemente placenteras, si bien cada una posee su propio registro, digamos «defensivo», y su natural argumentación, digamos «defensora». Veamos si yo mismo soy capaz de expresarme con la limpieza y orden que para ello se necesita, y no siempre se consigue, en toda «mesa de trabajo», y la insistencia en el entrecomillado no sería debido a un melindroso prejuicio de querer a toda costa «curarme en salud», pero sí a la humana precaución, con no poco de distanciamiento brechtiano, que se necesita cuando una determinada idea u opinión surge de una invitación externa, y no por la íntima necesidad o gusto personal de expresarla sin mayor motivación que nuestro propio deseo.
Eloy Fernández Porta
Verdades musitadas
Pon en tus ojos un brillo de astucia. Arquea la ceja. Baja la voz. Adopta un aire misterioso sin solemnidad, sagaz sin academia, cómplice sin culpa. La comisura de tus labios dice más que tus palabras; dejas que se extienda, esbozando una mueca muy pequeña, así, intrigante y salaz. Tu espalda está curvada por el trabajo; la inclinas, más cerca, como si tu cuerpo fuese la pared de un cuarto prohibido. Los magos saben usar las manos; los apuntadores, el índice: sé teatral y brujo al musitar. Sexo, nervio y latido: tienes el pálpito de la noticia, el nervio de la urgencia, la sensualidad del revelar. Tu tensión sube dos grados. Has medido una pausa. Ahora sí: el cuerpo de tu oficio ha desaparecido. Vuelves a ser tú.
Soy todo oídos.
Carmen Magallón Portolés
Entre la ciencia y la vida. Historias de nuestras primeras científicas
Para alguien que no cree en el monocultivo del espíritu y tiene intereses múltiples, los tiempos de realización de los proyectos, a menudo los más preciados, se convierten en geológicos. Los más acariciados tienen así el riesgo de quedarse en el tintero. Por eso agradezco infinito la invitación que me hizo La Casa Amarilla para presentar mi mesa de trabajo. Una interpelación que me obligaba, me obliga, a retomar y dar un empujón a uno de esos proyectos siempre aplazados, el de presentar trayectorias de vida de algunas de las primeras científicas españolas, a las que seguí la pista tras incluirlas en Pioneras españolas en las ciencias (Madrid, CSIC, 1998 y 2004).
María Ángeles Naval
Clase media y literatura
En junio de 2015 organicé con Zoraida Carandell y Mercedes Yusta un encuentro sobre aspectos literarios y culturales de la Transición española en el Instituto Cervantes de París. Se tituló La Transición sentimental. En la Universidad de Zaragoza habíamos encadenado ya varios proyectos de investigación sobre la Transición que incluían la creación de una base de datos con novelas, películas, obras de teatro y de televisión que trataran sobre el tema. Ahora la estamos terminando. Antes habíamos publicado un libro, La Transición como relato. El relato de la Transición (2013), al que contribuí con un artículo sobre El día del Watusi de Francisco Casavella titulado «La Transición política española no ha tenido lugar». La trilogía de Casavella (2002-2003) hace un relato despiadado, humorístico, nihilista y destructivo del proceso político de la Transición. La visión de Casavella puede ponerse en relación con otras novelas que empezaron a menudear a partir de la crisis de 2007. Quizá 2011 sea el año que presenta más concurrencias narrativas en una línea parecida o análoga a la de Casavella. Es el año de publicación de Un momento de descanso de Antonio Orejudo, que habla de la Transición de manera escéptica, burlesca, anti-épica y valleinclaniana como la de Casavella.
Miguel Ángel Ortiz Albero
El andar, el arte de desaparecer y la melancolía
La mesa de trabajo, la mía, es extensible. No está sujeta a unas dimensiones prefijadas y/o estables. Un sistema de bisagras permite ampliar o reducir su superficie. Cada nuevo proyecto se expande o repliega de un modo único. Hay, sobre la mesa, una lámpara antigua, cuadernos y lapiceros, libros y apuntes. Todas las anotaciones de esta charla están hechas a lápiz. Con el tiempo, y de no convertirse en algo más, todas estas notas desaparecerán. El grafito del lápiz se desvanecerá.
Joaquín Sicilia
Agricultura, símbolo y arte. (El espíritu de los materiales, el espíritu de la arquitectura)
La referencia al territorio, al paisaje agrícola y su capacidad simbólica en la memoria de los habitantes de las ciudades es muy importante.
La «Mesa de trabajo» que presento en La Casa Amarilla incide en cómo ese carácter simbólico que parte de una naturación basada en un ámbito rural, puede extrapolarse como generador de emociones vinculadas al mundo de las sensaciones, muy próximo o vinculado con el mundo del arte.
Cristina Monge
Ciudades en transición
Me desnudo haciendo pública mi mesa de trabajo y en ella mis preocupaciones y obsesiones que, a menudo, se bifurcan de forma interminable en caminos que dibujan un paisaje apocalíptico al saber que nunca serán transitados. En tiempos en los que la complejidad crece en progresión geométrica, la interdependencia de los saberes se multiplica y la generación de conocimiento parece que avanza al ritmo de la comunicación, la ansiedad es inevitable.
David Almazán
Orientando la mirada. Un paseo por el arte asiático en Zaragoza
Propongo un paseo oriental. Al ser historiador tiendo a comenzar por los antecedentes más lejanos y me vienen a la mente dos notables aragoneses que nos llevan a los comienzos de la Ruta de la Seda en los primeros siglos de nuestra era. El primero, el bilbilitano Marco Valerio Marcial, fue un poeta latino que en sus célebres Epigramas describió la decadente y hedonista Roma que caía en todo tipo de excesos bajo el envoltorio de lujosas sedas chinas importadas. Es posible que algún romano pudiera llegar a la China de la dinastía Han, pero no hay indicios de que fuera hispano. En la ficción sí que encontramos a un zaragozano que visitó la China del siglo III d. C. Se trata del científico Sildulfo García, protagonista de una poco conocida novela de viajes en el tiempo titulada El anacronópete (1887) de Enrique Gaspar, que se anticipó en la idea ocho años a H. G. Wells.