Sara Quintero. Entre las cenizas
30 de noviembre, 2019_8 de febrero, 2020
La Casa Amarilla presenta la primera exposición individual de Sara Quintero en la galería: Entre las cenizas es el título elegido por la artista para aludir directamente a los procesos contra las mujeres, víctimas de un sistema que además de violentarlas las deslegitima. Sobran ejemplos en todos los sectores, también en el artístico.
Como es habitual en su trabajo, Sara Quintero selecciona imágenes del pasado que actualiza, con el firme propósito de desvelar el poder que la imagen ha demostrado a lo largo de la historia para conformar nuestro mundo. La secuencia de dibujos y pinturas que configuran su exposición Entre las cenizas remiten, en su mayoría, a la iconografía de martirios cristianos en las obras de grandes artistas. No hay interés en contar detalles del martirio; lo que importa es mostrar los rescoldos de un fuego que permanece activo en la actualidad a través de mecanismos perversos que insisten en perpetuar una imagen de la mujer moldeada por acontecimientos que, aunque olvidados, incitan a la hostilidad y a la violencia.
Viaje al manicomio
Recuperar los nombres y las voces de algunas de las mujeres creadoras que por ser consideradas locas fueron silenciadas o expulsadas del cuerpo social y político establecido, es uno de los propósitos que guía el proyecto Viaje al manicomio, cuyo título tomamos prestado del libro autobiográfico que la feminista Kate Millett publicó en 1990. Revivir las experiencias de sus encierros en centros psiquiátricos fue para Millett un modo de sobrevivir reivindicándose, enfrentando su desconcierto, impotencia e inseguridad que siguieron a un diagnóstico que la consideraba loca. A través de la escritura y de su decidida apuesta por la cordura, Kate Millett denunció el fracaso de un sistema que, todavía hoy, estigmatiza la enfermedad mental.
La exposición Viaje al manicomio en La Casa Amarilla incluye obras realizadas por Chechu Álava, Almalé y Bondía, Nacho Bolea, Carmen Calvo, María Gimeno, Louisa Holecz, Marta L Lázaro, Fernando Martín Godoy, Sandra Moneny, Charo Pradas, Sara Quintero y Mery Sales.
La influencia de la Luna sobre la cabeza de las mujeres
En su ensayo Salvar las apariencias, el filósofo Owen Barfield establece tres fases en la consciencia humana del mundo: en la primera, que denomina «Participación original», y la describe lunar y orientada a la Diosa, existió un lazo sagrado entre Naturaleza y Humanidad. La apariencia visible y la fuente invisible eran uno y lo mismo, y la vida continuaba más allá de los sentidos. La segunda fase, «Retirada de la participación», comenzó cuando el Sol se estableció como fuerza gobernante y progresivamente se fue desvaneciendo la visión unificada de la Madre Tierra, y con ella la Diosa. La tercera fase, «Participación final», consistiría en recrear la antigua consciencia participativa mediante la Imaginación para restituir lo perdido.
El proyecto expositivo La influencia de la Luna sobre la cabeza de las mujeres convoca a cinco artistas: Louisa Holecz, Sandra Moneny, Charo Pradas, Sara Quintero y Marina Vargas, cuyas obras perseveran en el deseo de expresar el sonido del origen, desconfiando de la realidad de las cosas para dar luz a los paisajes interiores del imaginario. En sus obras la apariencia visible y la fuente invisible son lo mismo. La afinidad de las mujeres con la Luna permanece.
Almalé y Bondía. Residuos
La reflexión sobre la visión y el estatuto de la mirada son asuntos centrales en la trayectoria artística de Almalé y Bondía. En su último proyecto, Residuos, ponen en práctica una teoría social de la visualidad a través de varios principios. El primero: lo que se ve guarda una compleja relación con lo que no se ve.
¿Qué vemos en la serie Residuos? Montones de plásticos, de telas asfálticas, de cartones, de maderas, de tubos y mallas… Montones perfectamente clasificados según materiales y objetos, que remiten a la reiteración de un enunciado único: basura.
¿Qué no vemos en las fotografías Residuos? El consumo, el despilfarro y la imposibilidad de un mundo sin basura. La verdadera última realidad.
Fernando Martín Godoy. Grandes esperanzas
Fernando Martín Godoy pinta montones de escombros que remiten a la destrucción total; e interiores de estudios de artistas, donde los efectos y riesgos de esa destrucción que reduce todo a la nada se notifican, para hacerlos visibles, en la soledad de la creación. Decía Susan Sontag: «Nada hay de malo en apartarse y reflexionar. Nadie puede pensar y golpear al mismo tiempo». Encerrado en su estudio, que la paleta oscura sume en negros horizontes, Fernando Martín Godoy despliega sobre las mesas, únicos receptores de luz, montones de papeles en blanco cuya disposición acumulativa recuerda, siquiera lejanamente, el suelo de escombros de Haacke; no en vano los escombros son las imágenes que pinta bajo el título de Desastres, numerados clínicamente, I, II, III… Al fondo somos capaces de ver en lo oscuro un cuadrado negro que ocupa el eje central de la composición. Sobre el origen de su Cuadrado negro (c. 1915), Malévich escribió que debía buscarse en las decoraciones que había realizado dos años antes para el drama apocalíptico Victoria sobre el sol, un drama futurista que escenificaba el conflicto entre la luz y las tinieblas, y culminaba con la victoria de la noche. En una carta de 1915 Malévich describió el telón del primer acto: «Representa un cuadrado negro, el embrión de todo lo que se puede generar en la formación de terribles potencias…». En su ensayo Breve historia de la sombra, Stoichita concluye que la fuerza del Cuadrado negro de Malévich estriba en su silencio, en su misterio; cubre la representación pero es una imagen indeterminada, es la imagen de las infinitas posibilidades de la representación, y en esa terrible potencia yace la suma de todas las imágenes del universo que esperan ser formadas. De igual modo, al cuadrado negro que ocupa el fondo de su estudio, Fernando Martín Godoy remite las posibilidades de representación de las imágenes que han de ocupar los montones de papeles en blanco que llenan sus mesas de trabajo.
En la hora azul
La memoria persevera en el deseo de imaginar a Sylvia Plath (Boston, 27 octubre 1932 _ Londres, 11 febrero 1963) durante la escritura de sus obras últimas. Febrilmente, que es mucha la urgencia. La hora, siempre la misma, entre las cuatro y las ocho de la mañana, antes de que sus hijos se despierten y las tareas domésticas le roben el día. Primero en Devon y meses más tarde en Londres. La noche más oscura va cediendo y en el intermedio: el azul, justo antes del amanecer. Sylvia Plath se asoma al azul sin dejar de escribir. Es su hora azul, casi eterna, como la poeta la describió, al decir de Paul Alexander, una feliz combinación de oscuridad y silencio.
Poeta visionaria calificó Xoán Abeleira a Sylvia Plath por su extraordinaria capacidad para trascender desde la escritura sus vivencias personales. Más que confesional, la poética de Plath no teme enfocar con dolorosa lucidez e insatisfacción los conflictos derivados de la imagen que la sociedad de su época exigía a la mujer. Plath intentó conciliar sus “deberes” de hija, esposa, amante y madre, con su ambición personal: ser escritora, la mejor. La exposición En la hora azul cita a Sylvia Plath y, con ella, a todas las mujeres creadoras que a lo largo de los años, y todavía hoy, se enfrentan a situaciones que dificultan su trabajo y su visibilidad pública.
Las obras en exposición son la expresión de muchas horas azules, tantas como artistas participan en el proyecto. Tiempos de creación.
Del natural
La obra del escritor Robert Walser inspiró el proyecto El paseo. Intervenir la ciudad que inauguró la temporada 2017-2018 en La Casa Amarilla. Quisimos celebrar el centenario de la edición de su libro El paseo para contagiarnos de su experiencia. Fue así como nos convertimos en paseantes privilegiados de Zaragoza, ciudad en la que residimos, motivados por el deseo de conocerla mejor y atender, desde el análisis y la reflexión, a la potencialidad de lo urbano. El proyecto incluyó la edición de dos cuadernos que recogen las intervenciones de artistas y profesionales en los más diversos ámbitos que participaron en el programa.
Del natural da título a la última exposición de la temporada en La Casa Amarilla. Una cita a W. G. Sebald, admirador de Walser, cuya mirada poética y crítica compartimos. Todo se derrama en las obras presentes en este proyecto, atravesado por un deseo de geografías que busca fijar las grietas.
Louisa Holecz. Out of Body
La secuencia de pinturas y esculturas que Louisa Holecz (Londres, 1971. Reside en Zaragoza desde el año 2000) expone en La Casa Amarilla, con el título de Out of Body, evidencia en su fidelidad a determinados temas la que considera es una de las funciones del arte, sino la principal: hacernos conscientes de la inevitabilidad de la muerte.
Louisa Holecz pinta cuerpos que escapan, escenarios de tránsito e intermedios, intentando hacer visible lo que excede toda visibilidad. Por eso sus imágenes son turbadoras e inquietantes. El arte es presagio y su enigma no ha de ser descifrado.
Teo González. Arch Drawing
Tiempo para la reflexión. Eso es lo que se reclama en el ciclo «Ante la imagen» que acompaña a las exposiciones de La Casa Amarilla. Un tiempo necesario para mirar, ver y saber las obras en compañía de especialistas en las más diversas disciplinas cuyas reflexiones nos ayudarán a situarnos ante las imágenes. O, al menos, a interrogarlas.
La exposición Arch Drawing de Teo González en La Casa Amarilla celebra el regreso del artista a Zaragoza. Han pasado trece años desde su última individual en la ciudad, cuando presentó en el Museo Pablo Serrano una secuencia de obras que eran el resultado de un complejísimo método de trabajo iniciado en 1990. Aquel año significó mucho para Teo González pues fue entonces cuando supo la dirección que debía tomar aunque no tenía claro cómo llegar. Un poco en la línea de Frank Stella cuando, en 1960, observó que los dos problemas de la pintura eran averiguar qué es la pintura y cómo se hace una pintura. Cuestiones en las que Teo González persevera.