Ante la imagen

7 septiembre – 1 diciembre, 2024

A cielo descubierto y en paisajes al margen sitúa Javier Aquilué la singular galería de personajes que coinciden en este relato escenificado donde la realidad y la ficción se enredan, con el ánimo, quizás, de enfocar las sombras que proyectan los cuerpos, por ser delatoras del origen de la imagen representada. Pues, no en vano, lo que está en juego es la supervivencia de las imágenes, asunto prioritario de la reflexión teórica y pictórica que, desde hace años, le ocupa. Atento a la situación frágil y coyuntural del sistema que modela el arte actual, incapacitado para superar las convenciones históricas que lo limitan, Aquilué decidió tomar posición con el “Ojo Vago”, teoría del arte asentada en el valor productivo de lo disfuncional en la que lo precario y lo inestable son algunos de los valores protagonistas, presentes también en su pintura de evidente conciencia social, ética y política; histórica, en definitiva.

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27 abril – 31 julio, 2024

¿Es posible volver a Bertolt Brecht sin sentir que nos quema el suelo, que la casa está en llamas?, se pregunta José Luis Gómez Toré, editor de su antología poética en Galaxia Gutenberg, cuyo título No pudimos ser amables es el de un verso del poema “A los que habrán de nacer”, escrito en los primeros años del exilio (1933-1938). Coincidimos en que la propuesta estética de Bertolt Brecht continúa interpelándonos y que, del mismo modo que su escritura nos enseñó a leer históricamente, es preciso, y hasta urgente, permanecer alerta en un tiempo sombrío. Con este propósito nace el presente proyecto expositivo que es una toma de posición y la expresión de una imposibilidad: la de ser amables, refrendada y auspiciada por las obras de artistas que, a lo largo de sus trayectorias, han decidido mostrar con extrema lucidez aquello que permanece en la sombra y la fragilidad de un orden que se desmorona.

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24 febrero – 20 abril, 2024

La residencia artística en la Academia de España en Roma durante el curso 2015-2016 resultó fundamental en la obra de Josep Tornero, cuyo desarrollo procesual atiende, desde entonces, a evidenciar, sin desvelarlo, aquello que permanece oculto o reprimido, a través de un complejo sistema de relaciones cuyo propósito es el de establecer correspondencias entre imágenes pertenecientes a tiempos distantes. Tarea ciertamente complicada, y siempre al borde del desastre. Pensar el desastre, escribió Maurice Blanchot, es no tener ya porvenir para pensarlo. En noviembre de 1918 sitúa Aby Warburg la aparición de su enfermedad mental que consistía, según escribió durante su estancia en la clínica psiquiátrica Bellevue, el 16 de julio de 1921, en perder “la capacidad de conectar las cosas en sus simples relaciones causales, lo que se refleja tanto en lo espiritual como en las cosas concretas”. José Francisco Yvars considera que el hilo vertebrador del proyecto de Warburg fue cognitivo: ¿qué leer?, y psicológico: ¿cómo leer? En ese hilo, sustentado en la abrumadora documentación recogida por Warburg para su archivo visual, quizás resida el desconcierto del filósofo Ernst Cassirer cuando visitó en Londres la Biblioteca Warburg, acompañado por su director Fritz Saxl: “Esta biblioteca es peligrosa… Debo evitarla de raíz o encerrarme aquí para siempre”.

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3 octubre – 9 diciembre, 2023

No hay paisaje sin mirada. Pero, como advirtió con insistencia Marc Augé: para que haya paisaje además de mirada debe haber percepción consciente, juicio y descripción. Nociones ajenas a las innumerables fotografías de lugares que inundan las redes, instantáneas urgentes que desaparecen en su vacuidad. Porque el paisaje, en definitiva, reclama una mirada activa que encuadre e interprete aquello que se ve, e imagine las posibilidades de lo que permanece oculto. Así lo manifestó Mieke Bal, quien no obvió la visibilidad particular de las cosas para apelar a los componentes sociales que interactúan con ellas, no sin antes reclamar la primera e ineludible condición: “ser espectador es ponerse a mirar”.

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25 junio – 30 septiembre, 2023

Hablemos de pintura. Ante las obras de Francisco Bores, Benjamín Jarnés escribió en 1927 que sólo podrían titularse Pintura, pues el fundamento estético que las promovía no era otro que el de un arte en sí. Pintura en sí da título a la exposición de Montserrat Gómez-Osuna en La Casa Amarilla con el propósito de nombrar «la idea plástica», que restituye «la pintura-ella-misma». No son conceptos nuevos sino ya centenarios, desde que, entre 1926 y 1932, fueran explorados -como Eugenio Carmona analizó en el catálogo de la exposición Pintura fruta- por el grupo de jóvenes artistas residentes en París con obras que marcaron un estado y definieron una nueva tendencia: la figuración lírica, todavía hoy vigente con nuevos y continuos desarrollos. Las obras de Montserrat Gómez-Osuna comparten muchos de los intereses que motivaron en aquellos artistas el deseo de liberar la pintura «de todo lo que da forma a una época», diría Tériade; una posición nada cómoda hoy, y en la que, pese a todo, la artista persevera.

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25 abril – 17 junio, 2023

La montaña y la arquitectura son dos de las pasiones del fotógrafo, arquitecto, profesor y montañero Iñaki Bergera (Vitoria-Gasteiz, 1972), autor e investigador de un proyecto visual y teórico fundamentado en las relaciones entre fotografía y arquitectura en espacios urbanos y naturales, con el propósito de mostrar las heridas que el abandono precipitado de infraestructuras arquitectónicas provoca en el territorio.

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11 febrero _ 16 abril, 2023

Prélude à un exil da título a la primera etapa del complejo proyecto que la artista Louisa Holecz inició en 2019 cuando, con motivo de la exposición Viaje al manicomio celebrada en La Casa Amarilla, pintó Cloto en alusión a la escultura de Camille Claudel y al jardín del manicomio de Montdevergues, donde la artista murió tras un largo encierro. Existen fotografías de aquel jardín, pero Louisa Holecz decidió pintarlo seco y estéril como las hebras que surcan hirientes el cuerpo de la escultura Cloto, la parca del destino que Camille Claudel modeló como una representación visionaria de su futuro. Cloto, se ha escrito, surgió del laberinto de la demencia; un estado que arrojaría a su autora a la incomprensión, a la soledad y finalmente al olvido. Durante treinta años Camille Claudel vivió en el exilio, así se sintió. Tras su muerte, en 1943, hubieron de pasar cuatro décadas hasta el inicio de un lento proceso de recuperación que, enredado en la ficción, apenas aportaba conocimientos rigurosos sobre la decisiva aportación de Camille Claudel a la escultura.

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7 de julio _ 3 de octubre, 2020

Emboscarse: ser bosque, activar la mirada crítica, nunca ocultarse. Hay bosques allí donde somos bosques, allí donde somos ingobernables: hay bosques en cualquier lugar donde sea posible oponer resistencia. Los bosques pintados o dibujados en blanco y negro de Sylvia Pennings (Ámsterdam, 1961) convierten a La Casa Amarilla en un bosque, en un escenario de reflexión y de crítica.
Una de las preocupaciones de la artista ha sido la de abordar en su trabajo la progresiva falta de atención en la actual sociedad de la información a conceptos tales como intuición, reflexión o sabiduría; conceptos ya en desuso ante las posibilidades que brindan los dispositivos de conocimiento inmediato más avanzados. Por eso Sylvia Pennings decidió regresar a los bosques, lugares sagrados y escenarios de narraciones y relatos que cuentan nuestra historia olvidada, refugios que permiten la desconexión, e invitan a regresar al origen y ser partícipes del vínculo que nos une a lo natural.

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16 de junio _ 4 de julio, 2020

La incertidumbre y extrañeza emocional que nos acompañaron durante el periodo de confinamiento y continúan presentes en el lento regreso a una normalidad que no reconocemos, incitan a reflexionar sobre el miedo a la enfermedad y sus consecuencias en todos los ámbitos, privados y colectivos. El lienzo bordado de María Gimeno, Abrir palabra por palabra el páramo, al que acompañan los libros cosidos de Louisa Holecz, ocupan el espacio vacío de La Casa Amarilla con el ánimo de recuperar miradas, voces y experiencias; y abordar posibilidades de futuro con representantes de los distintos sectores de la cultura en Aragón a través de este ciclo de conversaciones.

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11 de febrero_14 de junio, 2020

Inscape titula Louisa Holecz la selección de obras recientes que presenta en su segunda exposición individual en La Casa Amarilla. El significado del término, que introdujo el teólogo medieval escocés John Duns Scotus e incorporó y desarrolló en su obra el poeta inglés Gerard Manley Hopkins en el siglo XIX, escapa a una traducción exacta que estaría próxima al concepto de esencia o de singularidad. En todo caso, Louisa Holecz encuentra que es el término más adecuado para nombrar el propósito de su pintura: dar expresión al «origen común» del mundo interior y exterior. Porque hubo un tiempo, citamos a Owen Barfield, en que no se observaba la naturaleza de modo distante, como sucede hoy, sino que se participaba mental y físicamente en su proceso interior y exterior. Conforme sabemos más, más nos distanciamos de la Naturaleza. Convertidos en simples espectadores, aún tenemos la oportunidad de escuchar las voces de quienes, como Louisa Holecz, atienden a la ruptura de la unidad primordial con el ánimo de restablecerla por mediación del arte.

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30 de noviembre, 2019_8 de febrero, 2020

La Casa Amarilla presenta la primera exposición individual de Sara Quintero en la galería: Entre las cenizas es el título elegido por la artista para aludir directamente a los procesos contra las mujeres, víctimas de un sistema que además de violentarlas las deslegitima. Sobran ejemplos en todos los sectores, también en el artístico.

Como es habitual en su trabajo, Sara Quintero selecciona imágenes del pasado que actualiza, con el firme propósito de desvelar el poder que la imagen ha demostrado a lo largo de la historia para conformar nuestro mundo. La secuencia de dibujos y pinturas que configuran su exposición Entre las cenizas remiten, en su mayoría, a la iconografía de martirios cristianos en las obras de grandes artistas. No hay interés en contar detalles del martirio; lo que importa es mostrar los rescoldos de un fuego que permanece activo en la actualidad a través de mecanismos perversos que insisten en perpetuar una imagen de la mujer moldeada por acontecimientos que, aunque olvidados, incitan a la hostilidad y a la violencia.

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Recuperar los nombres y las voces de algunas de las mujeres creadoras que por ser consideradas locas fueron silenciadas o expulsadas del cuerpo social y político establecido, es uno de los propósitos que guía el proyecto Viaje al manicomio, cuyo título tomamos prestado del libro autobiográfico que la feminista Kate Millett publicó en 1990. Revivir las experiencias de sus encierros en centros psiquiátricos fue para Millett un modo de sobrevivir reivindicándose, enfrentando su desconcierto, impotencia e inseguridad que siguieron a un diagnóstico que la consideraba loca. A través de la escritura y de su decidida apuesta por la cordura, Kate Millett denunció el fracaso de un sistema que, todavía hoy, estigmatiza la enfermedad mental.

La exposición Viaje al manicomio en La Casa Amarilla incluye obras realizadas por Chechu Álava, Almalé y Bondía, Nacho Bolea, Carmen Calvo, María Gimeno, Louisa Holecz, Marta L Lázaro, Fernando Martín Godoy, Sandra Moneny, Charo Pradas, Sara Quintero y Mery Sales.

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En su ensayo Salvar las apariencias, el filósofo Owen Barfield establece tres fases en la consciencia humana del mundo: en la primera, que denomina «Participación original», y la describe lunar y orientada a la Diosa, existió un lazo sagrado entre Naturaleza y Humanidad. La apariencia visible y la fuente invisible eran uno y lo mismo, y la vida continuaba más allá de los sentidos. La segunda fase, «Retirada de la participación», comenzó cuando el Sol se estableció como fuerza gobernante y progresivamente se fue desvaneciendo la visión unificada de la Madre Tierra, y con ella la Diosa. La tercera fase, «Participación final», consistiría en recrear la antigua consciencia participativa mediante la Imaginación para restituir lo perdido.

El proyecto expositivo La influencia de la Luna sobre la cabeza de las mujeres convoca a cinco artistas: Louisa Holecz, Sandra Moneny, Charo Pradas, Sara Quintero y Marina Vargas, cuyas obras perseveran en el deseo de expresar el sonido del origen, desconfiando de la realidad de las cosas para dar luz a los paisajes interiores del imaginario. En sus obras la apariencia visible y la fuente invisible son lo mismo. La afinidad de las mujeres con la Luna permanece.

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La reflexión sobre la visión y el estatuto de la mirada son asuntos centrales en la trayectoria artística de Almalé y Bondía. En su último proyecto, Residuos, ponen en práctica una teoría social de la visualidad a través de varios principios. El primero: lo que se ve guarda una compleja relación con lo que no se ve.

¿Qué vemos en la serie Residuos? Montones de plásticos, de telas asfálticas, de cartones, de maderas, de tubos y mallas… Montones perfectamente clasificados según materiales y objetos, que remiten a la reiteración de un enunciado único: basura.

¿Qué no vemos en las fotografías Residuos? El consumo, el despilfarro y la imposibilidad de un mundo sin basura. La verdadera última realidad.

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Fernando Martín Godoy pinta montones de escombros que remiten a la destrucción total; e interiores de estudios de artistas, donde los efectos y riesgos de esa destrucción que reduce todo a la nada se notifican, para hacerlos visibles, en la soledad de la creación. Decía Susan Sontag: «Nada hay de malo en apartarse y reflexionar. Nadie puede pensar y golpear al mismo tiempo». Encerrado en su estudio, que la paleta oscura sume en negros horizontes, Fernando Martín Godoy despliega sobre las mesas, únicos receptores de luz, montones de papeles en blanco cuya disposición acumulativa recuerda, siquiera lejanamente, el suelo de escombros de Haacke; no en vano los escombros son las imágenes que pinta bajo el título de Desastres, numerados clínicamente, I, II, III… Al fondo somos capaces de ver en lo oscuro un cuadrado negro que ocupa el eje central de la composición. Sobre el origen de su Cuadrado negro (c. 1915), Malévich escribió que debía buscarse en las decoraciones que había realizado dos años antes para el drama apocalíptico Victoria sobre el sol, un drama futurista que escenificaba el conflicto entre la luz y las tinieblas, y culminaba con la victoria de la noche. En una carta de 1915 Malévich describió el telón del primer acto: «Representa un cuadrado negro, el embrión de todo lo que se puede generar en la formación de terribles potencias…». En su ensayo Breve historia de la sombra, Stoichita concluye que la fuerza del Cuadrado negro de Malévich estriba en su silencio, en su misterio; cubre la representación pero es una imagen indeterminada, es la imagen de las infinitas posibilidades de la representación, y en esa terrible potencia yace la suma de todas las imágenes del universo que esperan ser formadas. De igual modo, al cuadrado negro que ocupa el fondo de su estudio, Fernando Martín Godoy remite las posibilidades de representación de las imágenes que han de ocupar los montones de papeles en blanco que llenan sus mesas de trabajo.

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La memoria persevera en el deseo de imaginar a Sylvia Plath (Boston, 27 octubre 1932 _ Londres, 11 febrero 1963) durante la escritura de sus obras últimas. Febrilmente, que es mucha la urgencia. La hora, siempre la misma, entre las cuatro y las ocho de la mañana, antes de que sus hijos se despierten y las tareas domésticas le roben el día. Primero en Devon y meses más tarde en Londres. La noche más oscura va cediendo y en el intermedio: el azul, justo antes del amanecer. Sylvia Plath se asoma al azul sin dejar de escribir. Es su hora azul, casi eterna, como la poeta la describió, al decir de Paul Alexander, una feliz combinación de oscuridad y silencio.

Poeta visionaria calificó Xoán Abeleira a Sylvia Plath por su extraordinaria capacidad para trascender desde la escritura sus vivencias personales. Más que confesional, la poética de Plath no teme enfocar con dolorosa lucidez e insatisfacción los conflictos derivados de la imagen que la sociedad de su época exigía a la mujer. Plath intentó conciliar sus “deberes” de hija, esposa, amante y madre, con su ambición personal: ser escritora, la mejor. La exposición En la hora azul cita a Sylvia Plath y, con ella, a todas las mujeres creadoras que a lo largo de los años, y todavía hoy, se enfrentan a situaciones que dificultan su trabajo y su visibilidad pública.

Las obras en exposición son la expresión de muchas horas azules, tantas como artistas participan en el proyecto. Tiempos de creación.

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La obra del escritor Robert Walser inspiró el proyecto El paseo. Intervenir la ciudad que inauguró la temporada 2017-2018 en La Casa Amarilla. Quisimos celebrar el centenario de la edición de su libro El paseo para contagiarnos de su experiencia. Fue así como nos convertimos en paseantes privilegiados de Zaragoza, ciudad en la que residimos, motivados por el deseo de conocerla mejor y atender, desde el análisis y la reflexión, a la potencialidad de lo urbano. El proyecto incluyó la edición de dos cuadernos que recogen las intervenciones de artistas y profesionales en los más diversos ámbitos que participaron en el programa.

Del natural da título a la última exposición de la temporada en La Casa Amarilla. Una cita a W. G. Sebald, admirador de Walser, cuya mirada poética y crítica compartimos. Todo se derrama en las obras presentes en este proyecto, atravesado por un deseo de geografías que busca fijar las grietas.

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La secuencia de pinturas y esculturas que Louisa Holecz (Londres, 1971. Reside en Zaragoza desde el año 2000) expone en La Casa Amarilla, con el título de Out of Body, evidencia en su fidelidad a determinados temas la que considera es una de las funciones del arte, sino la principal: hacernos conscientes de la inevitabilidad de la muerte.

Louisa Holecz pinta cuerpos que escapan, escenarios de tránsito e intermedios, intentando hacer visible lo que excede toda visibilidad. Por eso sus imágenes son turbadoras e inquietantes. El arte es presagio y su enigma no ha de ser descifrado.

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La exposición de Charo Pradas (Hoz de la Vieja, Teruel, 1960) en La Casa Amarilla se inicia con una de las obras de la serie Marnie, que la artista realizó en 1992. Han pasado veinticinco años desde entonces. Un tiempo dedicado a explorar lo que se esconde; a mirar sin ojos. O con ojos despersonalizados e incorpóreos, o mutilados, como el que abre la película Un chien andalou de Luis Buñuel. La mirada exterior desaparece ante la mirada interior.

El propósito que ha guiado la selección de pinturas, dibujos y objetos de Charo Pradas en esta exposición ha sido el de mostrar la perseverancia y singularidad de una obra decidida a explorar lo profundo, para desentrañarlo. El resultado son imágenes perturbadoras, inestables, no imitativas, insólitas, desestabilizadoras e intempestivas, impuras, imprevisibles… siempre a la fuga; cómo pueden ser si no las imágenes que se saben partícipes de la incertidumbre y de la ruina.

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Tiempo para la reflexión. Eso es lo que se reclama en el ciclo «Ante la imagen» que acompaña a las exposiciones de La Casa Amarilla. Un tiempo necesario para mirar, ver y saber las obras en compañía de especialistas en las más diversas disciplinas cuyas reflexiones nos ayudarán a situarnos ante las imágenes. O, al menos, a interrogarlas.

La exposición Arch Drawing de Teo González en La Casa Amarilla celebra el regreso del artista a Zaragoza. Han pasado trece años desde su última individual en la ciudad, cuando presentó en el Museo Pablo Serrano una secuencia de obras que eran el resultado de un complejísimo método de trabajo iniciado en 1990. Aquel año significó mucho para Teo González pues fue entonces cuando supo la dirección que debía tomar aunque no tenía claro cómo llegar. Un poco en la línea de Frank Stella cuando, en 1960, observó que los dos problemas de la pintura eran averiguar qué es la pintura y cómo se hace una pintura. Cuestiones en las que Teo González persevera.

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Entre las actividades organizadas con motivo de la exposición El paseo. Intervenir la ciudad figura el ciclo «Ante la imagen», a cargo de quienes nos han brindado sus paseos, haciendo con ellos ciudad. Porque estamos convencidos de que pasear, un acto tan sencillo, es una estrategia social y política que nos permite pensar, reflexionar, debatir, interrogar y proponer nuevas posibilidades a explorar para pensar y restaurar la ciudad.

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Tiempo para la reflexión. Eso es lo que se reclama en el ciclo «Ante la imagen» que acompaña a las exposiciones de La Casa Amarilla. Un tiempo necesario para mirar, ver y saber las obras en compañía de especialistas en las más diversas disciplinas cuyas reflexiones nos ayudarán a situarnos ante las imágenes. O, al menos, a interrogarlas.

Para su exposición en La Casa Amarilla, Lina Vila ha pintado un jardín. Qué mejor motivo para celebrar los veinticinco años que han pasado desde su primera exposición individual en 1992. Y para celebrar la memoria de su padre, Pedro Vila, que le enseñó a apreciar la naturaleza y las plantas. Su huerto era su paraíso. Ahora aquel huerto es el espacio utópico de Lina Vila. Los jardines, ha escrito Santiago Beruete, nos hablan de la nostalgia de lo que una vez fue y de lo que nunca podrá ser, de tal modo que la pasión que los seres humanos han sentido a lo largo de la historia por construir jardines, se fundamenta en el deseo de evadirse de la realidad y en el anhelo de retornar a la naturaleza. Lina Vila siente bienestar y equilibrio en el jardín de su casa y en el deseo de hacer permanentes esos sentimientos, lo pinta.

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Tiempo para la reflexión. Eso es lo que se reclama en el ciclo «Ante la imagen» que acompaña a las exposiciones de La Casa Amarilla. Un tiempo necesario para mirar, ver y saber las obras en compañía de especialistas en las más diversas disciplinas cuyas reflexiones nos ayudarán a situarnos ante las imágenes. O, al menos, a interrogarlas.

Debemos permitir que las imágenes atroces nos persigan, decía Susan Sontag, convencida como estaba de que aunque no consigan abarcar la mayor parte de la realidad a que se refieren, cumplen una función esencial: esto es lo que los seres humanos se atreven a hacer y quizá se ofrezcan a hacer, con entusiasmo, convencidos de que están en lo justo. No lo olvides.

Y Nacho Bolea toma nota en sus ensamblajes, collages y objetos. Los desastres de la guerra abren su exposición en La Casa Amarilla, para no olvidar, porque como recordó Sontag: recordar es una acción ética.

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Tiempo para la reflexión. Eso es lo que se reclama en el ciclo «Ante la imagen» que acompaña a las exposiciones de La Casa Amarilla. Un tiempo necesario para mirar, ver y saber las obras en compañía de especialistas en las más diversas disciplinas cuyas reflexiones nos ayudarán a situarnos ante las imágenes. O, al menos, a interrogarlas.

«La actividad artística no es higiene», escribe Javier Peñafiel. «Tu extrema higiene es la insalubridad de otros», concluye el artista.

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Tiempo para la reflexión. Eso es lo que se reclama en el ciclo «Ante la imagen» que acompaña a las exposiciones de La Casa Amarilla. Un tiempo necesario para mirar, ver y saber las obras en compañía de especialistas en las más diversas disciplinas cuyas reflexiones nos ayudarán a situarnos ante las imágenes O, al menos, a interrogarlas.

Georges Perec es el protagonista de la primera edición del ciclo «Ante la imagen»; y, por supuesto también, los artistas convocados a la exposición inaugural de La Casa Amarilla: La vida instrucciones de uso.

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