Mesa de trabajo
Ricardo Lladosa | Un amor de Redon
[21 de noviembre, 2019]
Sucedió que una tarde de hace dos años, tras leer un libro sobre Odilon Redon, del coleccionable de kiosco Los genios de la pintura, que desde los años ochenta estaba en el comedor de mis padres, me di cuenta de que debía escribir sobre él. El personaje tenía que ver conmigo. No entendía del todo el porqué, pero esa incertidumbre se convirtió precisamente en el motor de la ficción.
Escribir sobre Odilon Redon, aun en clave ficcional, exigía leer una serie de libros para documentarme. Debía saber cómo era Redon físicamente, cómo se expresaba, cómo vestía; cuáles eran sus hábitos; quiénes gozaron de su amistad; a quién amó… Se trataba, a mi modo de ver, de una indagación lúdica, de una especie de juego… Podía inventar lo que deseara acerca del personaje. La única limitación era contar aquello que pudo suceder, inventar sin traicionar la verdad histórica.
El primer libro que leí, y probablemente el que más me influyó, fueron las memorias del pintor, tituladas A sí mismo y recién traducidas por la editorial Elba. En ellas escribía Redon acerca de su infancia solitaria en la región semidesértica del Medoc. Contaba cómo desarrolló su imaginación en el silencio de los campos, tendido entre los viñedos contemplando las nubes, que cobraban formas caprichosas de monstruos, de seres imposibles…
Aquel libro lo leí varias veces, con detenimiento, subrayando a cada página, no solo por los datos que me suministraba acerca de la vida de Redon, sino porque mi propósito de narrar en primera persona exigía conocer su sintaxis, empaparme de sus frases largas y sinuosas como olas marinas de ese océano Atlántico en el cual estuvo a punto de nacer…
Sus padres, Bertrand Redon y Marie Odile Guerin eran criollos de Nueva Orleans que zarparon hacia Francia en 1840. Durante el viaje, una gran tormenta en alta mar estuvo a punto de hundir el barco. Redon nació nada más desembarcar en Burdeos, de ahí una de las citas que abre mi novela y que define el antichauvinismo del personaje: «Me gustaría haber nacido en medio del oleaje, en un lugar sin patria sobre el abismo».
La única patria de Odilon Redon fue el arte en su sentido más amplio, porque no solo fue dibujante, grabador y pintor sino que también tocaba el violín, aficiones que practicaba junto al tenis y otras más excéntricas como el espiritismo.
Pero quizá lo más importante en la escritura de mi novela es que el propio Odilon Redon fue escritor. Aunque no publicó nada en vida, dejó a sus herederos un baúl repleto de cuentos, poemas e incluso novelas; escritos de los cuales solo una pequeña parte ha visto la luz.
Otro de los libros de los que podemos disfrutar en castellano es una selección de sus cuentos titulada: Una historia incomprensible y otros relatos, editada por Vaso Roto. Se trata de un conjunto de narraciones de corte onírico, que preludian la literatura de Franz Kafka y de los surrealistas. Este libro también fue fundamental para escribir Un amor de Redon, ya que me permitió introducirme en la imaginación del personaje, desde el punto de vista pictórico y literario.
También me fascinaban de Redon sus interpretaciones de grandes pintores y escritores coetáneos o del pasado, a través de dibujos y grabados. Redon afirmaba: «Jamás he empleado la imprecisa palabra ilustración, mis dibujos son interpretaciones». Así, en sus series de grabados o litografías titulados: A Edgar Poe, Homenaje a Goya o La tentación de San Antonio, en ningún caso trata de copiar los grabados de Goya, ni de reproducir las escenas de los cuentos de Poe o de la novela de Flaubert, sino que dibuja inspirándose vagamente en lo que ve o lee. En este sentido, el tercer libro que me influyó fue el editado por La Central: Baudelaire, Poe, Mallarmé, Flaubert, interpretados por Odilon Redon.
Me serví en todo momento del magnífico catálogo editado por la Fundación Mapfre y el Museo de Orsay, Odilon Redon 1840-1916, en uno de cuyos artículos encontré quizá el argumento de la novela: el viaje de Redon a la abadía de Fontfroide, en Narbona, para decorar la biblioteca de Gustave Fayet, empresario de vinos y diletante, con quien el artista mantuvo amistad, lo traslado en la ficción a un castillo de Burdeos donde Redon ha de pintar grandes óleos por encargo de un banquero judío.
Hace algunas semanas, una empleada de la abadía de Fontfroide, hoy convertida en museo, me escribió un correo electrónico en el que me contaba que el señor Fayet, aficionado a la pintura, trató de imitar las obras de Redon. Insatisfecho con los resultados pidió consejo a su amigo: ¿qué debía hacer él para lograr ser un gran artista? Redon le respondió que debía dejarse llevar por lo inconsciente, sin temor ni preocupación alguna por el resultado que obtuviera…
En todas las obras de Redon encontramos esa apelación a lo inconsciente como enigma. Y yo coincido en lo básico con su apreciación. Una obra artística o literaria debe no entenderse del todo, tener algún punto incomprensible. Así sucede con los cuadros de Odilon Redon, como la Mujer velada, que he elegido para la cubierta de la novela, realizada a finales del siglo XIX aunque parece anticipar el Cubismo, si nos atenemos al extraño velo rectangular que cubre la cara de la mujer. Su geometría lo hace parecer irreal, como irreal parece su rostro de grandes ojos y largo cuello, que casi recuerda a un pez.
Por último, quisiera subrayar que Un amor de Redon, no solo surge de textos sino también, y muy señaladamente, de imágenes. Me inspiré de forma muy intensa en los cuadros, grabados y dibujos de Odilon Redon, pero también en dos libros: Camera Work y Maurice Atget. París, editados por Taschen. El primero trata sobre la famosa revista del mismo nombre, que editó Alfred Stieglitz, entre 1902 y 1917. Se trata quizá de la primera publicación importante sobre el arte fotográfico que dio a conocer, entre otros fotógrafos, a Gertrude Kasebier, ama de casa y pionera de la fotografía norteamericana que inspiró al personaje de Ainhoa Levy. El segundo libro está dedicado a Maurice Atget, otro pionero de la fotografía, un hombre silencioso que se paseaba por los distritos de París a finales del siglo XIX. Acostumbraba a salir a las calles con las primeras brumas del amanecer y fotografiaba lugares vacíos. Sus imágenes son los escenarios perfectos donde situar a los personajes de mi novela.
Podría seguir escribiendo párrafos y párrafos acerca de cómo empleé otros libros para inventar el mío. Pude leer más y más libros, mirar más y más imágenes, porque ni el conocimiento ni la imaginación tienen otros límites que nuestra capacidad de saber y crear.
Aproximación a la «Mesa de trabajo» de Ricardo Lladosa en La Casa Amarilla
BAUDELAIRE, Charles, El pintor de la vida moderna, Murcia, Colegio Oficial de Aparejadores y Arquitectos de Murcia, 2002.
_, Las flores del mal, Madrid, Abada, 2013.
_, Del vino y el hachís, Palma de Mallorca, José J. de Olañeta, 2015
_, El spleen de París, seguido de La fanfarlo, Madrid, Abada, 2016.
BENJAMIN, Walter, Sobre la fotografía, Valencia, Pre-Textos, 2004.
CAMPOS POSADA, Ainhoa, Breve historia de la Belle Epoque 1890-1914, Madrid, Nowtilus, 2017.
CONFUCIO, Analectas, Madrid, Kailas, 2014.
FREUND, Gisèle, La fotografía como campo social, Barecelona, Gustavo Gili, 2017.
GAUGUIN, Paul, Escritos de un salvaje, Madrid, Akal, 2008.
GAUGUIN, Paul y VAN GOGH, Vicent, Cartas 1888-1890, Madrid, La Micro Ediciones, 2015.
GAUTRAND, Jean Claude, Eugène Atget. París, Eslovaquia, Taschen, 2016.
GIBSON, Michael, Odilon Redon, Eslovaquia, Taschen, 2017.
GOURMOND, Remy de, Colores de Odilon Redon, Madrid, Barataria, 2009.
HEREDIA, G.M. de, Los fraudes espiritistas y los fenómenos metapsíquicos, Barcelona, Herder, 1946.
HERNÁNDEZ BARBOSA, Sonsoles, Un martes en casa de Mallarmé. Redon, Debussy y Mallarmé encontrados, Madrid, Publicaciones Universidad Complutense, 2010.
HUYSMANS, Joris Karl, A contrapelo, Madrid, Cátedra, 2004.
LACOUTURE, Jean, Jesuitas I. Los conquistadores, Barcelona, Paidós, 2006.
MALLARMÉ, Stephane, Herodías, Madrid, Abada, 2006.
_, Antología, Madrid, Visor, 2009.
MELLERIO, André, Odilon Redon, peintre, designateur et graveur, París, Henri Floury, 1923.
POE, Edgar Allan, El cuervo, Madrid, Abada, 2016.
RAPETTI, Rodolphe [comisario], Odilon Redon 1840-1916, Madrid, Fundación Mapfre y Museo de Orsay, 2012.
REDON, Odilon, A sí mismo, Barcelona, Elba, 2013.
_, Una historia incomprensible y otros relatos, Madrid, Vaso Roto, 2016.
RENARD, Jules, Diario 1887-1910, Barcelona, De Bolsillo, 2008.
RIMBAUD, Arthur, Obra completa, Madrid, Atalanta, 2016.
ROBERTS, Pan, Alfred Stieglitz. Camera Work, Eslovaquia, Taschen, 2016.
SCHOKEL, Luis Alonso, La Biblia de nuestro pueblo, Bilbao, Mensajero, 2012.
SONTAG, Susan, Sobre la fotografía, Barcelona, De Bolsillo, 2014.
SOUGEZ, Marie Loup, Historia de la fotografía, Madrid, Cátedra, 2011.
VERLAINE, Paul, La buena canción. Romanza sin palabras y Sensatez, Madrid, Cátedra, 1991.
_, Los poetas malditos, Bilbao, Muelle de Urbitarte, 2000.
_ Poesía, Madrid, Visor, 2007.
WOLF, Norbert, Simbolismo, Eslovaquia, Taschen, 2017.
Biografía
Ricardo Lladosa (Zaragoza, 1972) es licenciado en Ciencias Económicas y en Derecho; y posgraduado en Lenguaje y Técnicas de Vídeo y Televisión. Estudió en las universidades de Zaragoza y Maastricht.
Además de economista y abogado, es escritor y crítico literario en Heraldo de Aragón, y colaborador habitual de XL Semanal, Zenda y Andalán.
En 2015 fue finalista del premio de relatos de la Fundación Iluminafrica por la obra Kamau.
En 2017 publicó su primera novela: Madagascar, en Anorak Ediciones. En 2019 la editorial Fórcola ha publicado su novela Un amor de Redon.