Mesa de trabajo
David Almazán
Orientando la mirada. Un paseo por el arte asiático en Zaragoza
Propongo un paseo oriental. Al ser historiador tiendo a comenzar por los antecedentes más lejanos y me vienen a la mente dos notables aragoneses que nos llevan a los comienzos de la Ruta de la Seda en los primeros siglos de nuestra era. El primero, el bilbilitano Marco Valerio Marcial, fue un poeta latino que en sus célebres Epigramas describió la decadente y hedonista Roma que caía en todo tipo de excesos bajo el envoltorio de lujosas sedas chinas importadas. Es posible que algún romano pudiera llegar a la China de la dinastía Han, pero no hay indicios de que fuera hispano. En la ficción sí que encontramos a un zaragozano que visitó la China del siglo III d. C. Se trata del científico Sildulfo García, protagonista de una poco conocida novela de viajes en el tiempo titulada El anacronópete (1887) de Enrique Gaspar, que se anticipó en la idea ocho años a H. G. Wells.
Dejando a un lado esta curiosa anécdota, quizá el mejor lugar para comenzar un paseo oriental por Zaragoza sea la Aljafería. Detrás de los coches aparcados de los diputados, se llega a la puerta principal del recinto amurallado del palacio. La sede de las Cortes de Aragón se ubica en un edifico musulmán del siglo XI que tiene como modelo la planta de las fortificaciones de los palacios de los Omeyas en Siria. En aquellos tiempos de magnificencia, lujo y fluidas relaciones con Egipto y Asia, los sofisticados soberanos de la taifa de Zaragoza coleccionaban elegantes piezas de cerámica china. En concreto, como bien estudiaron Bernabé Cabañero y Carmelo Lasa, a partir de un fragmento encontrado en 2003, en la Aljafería hubo celadones de la dinastía Song del siglo XI. El importante trozo de celadón se conserva en Museo de Zaragoza, adonde acudiremos para seguir el paseo. Este comercio entre nuestra ciudad y Asia se realizaba por Egipto y el norte de África, varios siglos antes de que el veneciano Marco Polo viajara hasta la China de la dinastía Yuan de los mongoles y se publicara su famoso Libro de las Maravillas que, por cierto, tuvo una edición aragonesa en el siglo XIV auspiciada por Juan Fernández de Heredia que hoy se conserva en la biblioteca de El Escorial.
El paseo continúa hacia la Basílica de Nuestra Señora del Pilar. Allí encontramos un atractivo enigma, del que adelanto no tenemos documentación que permita ninguna argumentación fundamentada. Adornos geométricos en ladrillo parecen representar con claridad símbolos chinos taoístas procedentes de I Ching o Libro de las mutaciones. Tan complicada de justificar es la procedencia taoísta de estos símbolos como declarar que en un lugar tan importante del templo se dejaron al azar los elementos decorativos. El caso es que en el siglo XVIII, en plena moda por las chinoiseries, estos motivos podían encontrarse en los grabados de varias publicaciones, en textiles y en porcelanas. La presencia de los jesuitas en la corte china son un argumento a favor de la difusión de elementos chinos, pero en la segunda mitad del siglo XVIII el cristianismo había sido prohibido y había unas relaciones tensas en asuntos religiosos. Mientras los historiadores buscamos líneas de investigación para estudiar el valor simbólico de estos hexagramas, y artistas, como Fernando Sinaga, indagan en la permanencia de lo simbólico, la industria turística promociona Zaragoza con el reclamo de presentar el único templo con símbolos taoístas de la cristiandad.
Sin dejar el Pilar, no olvidemos que entre los diversos personajes populares de la festividad encontramos a los Gigantes y Cabezudos. Entre los gigantes uno de los más antiguos es el Mandarín que, al parecer, es una reminiscencia de la representación de los cuatro continentes que solían abrir las procesiones del Corpus. Mientras los niños se divierten con los gigantes y cabezudos las mañas amantes de engañarse con trajes regionales también son un testimonio del influjo de Oriente. Sin adentrarme mucho en este tema quisiera llamar la atención sobre el mantón de Manila, una pieza de confección china, generalmente de Cantón, que se comercializaba a través de Filipinas, territorio que estaba bajo la corona española desde tiempos de Felipe II hasta el llamado desastre del 98. El mantón de Manila, llena nuestras calles de pagodas, peonías y otros motivos chinos. Hace un par de años, en el Palacio Montcada de Fraga y con la colección «Pájaro Profeta» del médico zaragozano José Antonio Giménez Mas, organizamos una pequeña exposición con mantones de Manila y pinturas chinas frente al cuadro La boda, de Viladrich, una de las mejores pinturas en la que se aprecia el protagonismo de lo chinesco en la indumentaria tradicional aragonesa. En realidad no solamente aragonés, pues es un fenómeno que se extiende a casi todas las regiones, como recuerdan las letras de famosas zarzuelas, como esa estrofa que dice: Por ser la Virgen de la Paloma / un mantón de la China-na, China-na / me vas a regalar. O esa otra que canta: ¿Dónde vas con mantón de Manila? / ¿Dónde vas con vestido chiné? /A lucirme y a ver la verbena / Y a meterme en la cama después.
Entonando tan castizas melodías podemos caminar por la calle Don Jaime. Siempre que nos visita el jesuita Fernando García Gutiérrez, padre de los estudios de historia del arte y autor en 1968 del tomo Arte del Japón de la colección «Summa Artis», lo acompañamos a la iglesia de San Gil, donde se casaron sus padres. Pertenece a la generación -como Federico Lanzaco, Fernando Rodríguez-Izquierdo o el fallecido Antonio Cabezas-, que fue a Japón y a su regreso fundó la Japonología en España. Sus libros siguen siendo los mejores publicados en español sobre cultura japonesa. Sus primeras visitas a Zaragoza coincidieron con los congresos que organizaba Federico Torralba, a quien le unía una amistad basada en su fascinación por el arte japonés. En Sevilla, la colección de Fernando García Gutiérrez está instalada en el Museo de la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría.
Desde la iglesia de San Gil, nos dirigimos hasta la biblioteca del Palacio de Sástago que conserva algunas publicaciones del siglo XIX que pueden considerarse pioneras en el estudio del arte nipón, como el L’Art Japonais de L. Gonse o la revista Le Japon Artistique de S. Bing, lo cual nos indica que la burguesía y los artistas zaragozanos decimonónicos estaban al tanto de los nuevos gustos europeos en el nacimiento del Japonismo.
Nuestro paseo sigue hasta el Museo de Zaragoza. Allí se conserva la colección del profesor Federico Torralba: pinturas, grabados, esculturas, lacas, porcelanas… y una gran biblioteca especializada. Pocos museos en España tienen una colección tan completa. Sus extensos fondos permiten programar exposiciones temporales que van mostrando al público diversos temas del arte asiático. En estos momentos puede visitarse la exposición Hiroshige y su época, con estampas ukiyo-e, pinturas, lacas, esculturas y otros objetos del periodo Edo (1615-1868). Gracias al legado de la colección Torralba siempre puede contemplarse en Zaragoza algo de arte asiático, lo cual es infrecuente en el panorama expositivo nacional. En unos meses los grabados de Hiroshige se recogerán y podrá verse una gran exposición de cerámica oriental. Antes del pacto sucesorio con el Gobierno de Aragón, parte de esta colección se presentó en importantes exposiciones temporales, como las que el propio Federico Torralba organizó en el Museo Gargallo, por ejemplo. Por nuestra parte, hace un par de años organizamos en el Paraninfo de la Universidad de Zaragoza la muestra Noh/Kabuki: Escenas de Japón; y la próxima primavera se expondrá la imagen de China y Japón en los libros y grabados de los siglos XVI, XVII y XVIII.
En un principio la propuesta de hacer un itinerario por el arte asiático y su influencia en Zaragoza podría plantearse como un recorrido por lugares poco transitados, ocultos y por descubrir. Sin embargo, este paseo que proponemos desde la galería_librería La Casa Amarilla es el que haríamos con el visitante al que quisiéramos enseñar lo más destacado de nuestra ciudad: La Aljafería, el Pilar y una vista al Museo de Zaragoza para explicar Caesar Augusta y ver algún cuadro de Goya. En este paseo propuesto, más que buscar nuevos itinerarios, simplemente orientamos la mirada.
No obstante, lo importante de una ciudad no son sus monumentos, sino son sus habitantes. En cualquier paseo por Zaragoza podemos encontrarnos con alguien que nos enriquece con sus conocimientos sobre la cultura japonesa. Resulta sorprendente la enorme cantidad de zaragozanos que destacan en alguna faceta relacionada con Japón. El único museo de origami de Europa, con una excelente colección y una larga tradición, está en nuestra ciudad. Por circunstancias económicas ha acabado en la última planta del Museo de Historias de Zaragoza y a Zaragoza han venido las máximas figuras de esta disciplina. Sin pretender dejar constancia de una relación completa, recuerdo que están los del bonsái, los de la poesía haiku, los de las artes marciales… Belén Pérez es la autoridad en España de kyūdō (el tiro con arco japonés). Francisco Barberán, profesor de lengua japonesa en la Escuela de Lenguas Modernas de la Universidad de Zaragoza, además de traducir libros de Haruki Murakami, es autor del Diccionario jurídico japonés-español/español-japonés, entre otras muchas publicaciones sobre el derecho nipón. Otra jurista, la profesora Carmen Tirado, dirige el Diploma de Especialización en Estudios Japoneses de la Universidad de Zaragoza. En este mes de octubre organiza un congreso internacional sobre Japón y el Agua. En el plano cultural Esther Albalá, del dúo Kokeshi, canta en japonés y ha ganado el concurso internacional de la televisión pública japonesa NHK. Eduardo Giménez, premio nacional de encuadernación, es la máxima referencia en encuadernación japonesa y pronto expondrá sus trabajos en el Centro Joaquín Roncal de Zaragoza. Fabiola Gil tiene un taller de xilografía japonesa mokuhanga con una exposición permanente de sus trabajos. Hay muchos más.
Además, tenemos una colonia japonesa que aunque no sea muy grande es muy activa. Hay casos muy singulares, como el de la monja Kimura y la fascinante historia del cartero del Alpartir, origen de la primera coproducción cinematográfica hispano-japonesa. También está el caso de Junko, una japonesa que prefiere tocar el órgano en San Carlos que el koto o el samisen. La mayoría de los japoneses afincados en nuestra tierra se agrupa en la Asociación Cultural Aragón Japón dirigida por la pintora Kumiko Fujimura, que organiza cursos con otras compatriotas sobre caligrafía, pintura a la tinta, ikebana, etc., y que ha emprendido actividades tan populares como la creación de un gran grupo de taiko (tambor japonés), la habitual participación en la ofrenda de flores a la Virgen de Pilar llevando el tradicional kimono o la plantación de cerezos japoneses en el Parque Grande para celebrar la floración primaveral con el hanami.
Tal vez, por todo esto, el Embajador de Japón en España, en una visita a Zaragoza el pasado año, dijo que esta ciudad le parecía un pequeño Japón.
Aproximación a la «Mesa de trabajo» de David Almazán en La Casa Amarilla
Arte japonés y japonismo, Bilbao, Museo de Bellas Artes de Bilbao, 2014.
Arte oriental. Colección Federico Torralba, Zaragoza, Gobierno de Aragón, 2002.
Francisco Barberán, Diccionario jurídico japonés-español, español, japonés, Navarra, Aranzadi, 2007
Elena Barlés y David Almazán (eds.), Cerezos, lirios, crisantemos y pinos. La belleza de las estaciones en el arte japonés, Zaragoza, Fundación Torralba-Fortún, 2008.
Elena Barlés y David Almazán (coords.), La mujer japonesa. Realidad y mito, Zaragoza, Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2008.
Elena Barlés y David Almazán (coords.), Japón y el mundo actual, Zaragoza, Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2010.
Matsuo Bashō, Por sendas de montaña, Gijón, Satori, 2013.
Antonio Cabezas (ed.), Jaikus inmortales, Hiperión.
Basil Hall Chamberlain, Cosas de Japón. Apuntes y curiosidades del Japón tradicional, Gijón, Satori, 2014.
Estampas japonesas. Historia del grabado japonés y de su presencia en España, Zaragoza, Fundación Torralba-Fortún, Caja de Ahorros de la Inmaculada, 2007.
Fernando García Gutiérrez, Ensayo sobre budismo y estética de Japón, Sevilla, 2011.
Enrique Gaspar, El anacronópete, Barcelona, Minotauro, 2005.
Louis Gonse, L’Art Japonais, Alcide Picard & Kaan Editeurs, s.f.
Menene Gras Balaguer (ed.), El jardín japonés. Qué es y no es entre la espacialidad y la temporalidad del paisaje, Madrid, Tecnos, 2015.
Katsushika Hokusai, Cien vistas del monte Fuji, Sans Soleil, Vitoria-Gasteiz, 2016.
Kōjirō Ikegai, La encuadernación japonesa. Instrucciones de un maestro artesano, Madrid, Clan, 2011.
Kazuo Ishiguro, Un artista del mundo flotante, Barcelona, Anagrama, 1998.
Gonzalo Jiménez de la Espada (ed.), Cuentos del Japón viejo, San Lorenzo del Escorial, Cuadernos de Langre, 2013.
Masaru Katzumie (ed.), Graphis Japan. Visual Art and Design in Japan, Zurich, Walter Herdeg The Graphis Press, 1968.
La naturaleza del samurái. Estampas japonesas ukiyo-e, Caracas, Odalys Ediciones de Arte, 2017.
Federico Lanzaco Salafranca, Los valores estéticos en la cultura clásica japonesa, Madrid, Verbum, 2003.
Haruki Murakami, De qué hablo cuando hablo de correr, Barcelona, Tusquets, 2010.
Inazo Nitobe, Bushido. El alma de Japón, Gijón, Satori, 2017.
Noh / Kabuki. Escenas del Japón, Zaragoza, Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2014.
José Pazo, Julio Baquero y David Almazán (eds.), Leyendas y Narraciones Japonesas [Versión de Gonzalo Jiménez de la Espada], Cuadernos de Langre, San Lorenzo del Escorial, 2013.
Belén Pérez, La esencia del Kyudo. El arte del tiro con arco japonés, Gijón, Satori, 2013.
Fernando Rodríguez Izquierdo, El haiku japonés. Historia y traducción, Hiperión, Madrid, 2010.
Federico Torralba Soriano, Estudios sobre arte de Asia oriental, Zaragoza, Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2008.
Richard Wilhelm, I Ching. El libro de las mutaciones, Buenos Aires, Edhasa, 1978.
Tsukioka Yoshitoshi, Cien aspectos de la luna, Barcelona, Sans Soleil Ediciones, 2015.
David Almazán. Apuntes biográficos
David Almazán Tomás (Zaragoza, 1971) se formó como historiador del arte en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza. En 1997 obtuvo el Premio Extraordinario de Licenciatura y en 2000 defendió su tesis doctoral Japón y el Japonismo en las revistas ilustradas españolas (1870-1935), dirigida por la profesora Elena Barlés. En 2012 completó en la UNED, una licenciatura en Antropología Social y Cultural. Desde 1998 ha impartido docencia en el Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza y actualmente es el coordinador de la titulación Grado en Historia del Arte, donde da clases de arte de Asia Oriental y Arte de África. En la misma universidad también es profesor en el Máster de Estudios Avanzados en Historia del Arte y en el Diploma de Especialización en Estudios Japoneses.
Entre sus publicaciones más destacadas se encuentran los libros Japón: arte, cultura y agua (2004), Estampas japonesas (2007), La mujer japonesa: realidad y mito (2008), Japón y el mundo actual (2010), Yoshitoshi: Cien aspectos de la luna (2015) y Hokusai: Cien vistas del monte Fuji (2016). Ha redactado artículos para catálogos de exposiciones de la Fundación Juan March, Museo Nacional de Artes Decorativas, Museo de Bellas Artes de Bilbao, Museo de Bellas Artes de Córdoba, Museo de Zaragoza, de CaixaForum, Galería Odalys, Museo de Arte Contemporáneo de Chile, Universidad de Zaragoza, o Universidad de Estudios Extranjeros de Kioto, entre otras instituciones. Asimismo, ha escrito textos sobre temas relacionados con Japón y el Japonismo, en especial en el ámbito de la pintura, la ilustración gráfica, el teatro, la literatura y el cine, y ha participado en congresos internacionales y nacionales. Y ha publicado en un gran número de publicaciones científicas, mayoritariamente dedicadas al arte japonés y a sus relaciones con España y el Japonismo. Estudia, en el marco del Primitivismo, la influencia artística africana en el arte y otros temas del arte contemporáneo español.
Actualmente trabaja en varios proyectos de investigación financiados por el Ministerio de Educación y prepara varios libros y exposiciones sobre la colección de Arte Oriental de Federico Torralba (Museo de Zaragoza), el arte del grabado japonés, la imagen de Asia en la Edad Moderna y, finalmente, la singular figura de Gonzalo Jiménez de la Espada, pedagogo formado en la Institución Libre de Enseñanza, que fue el único profesor español contratado en el Japón de la era Meiji (1868-1912), notable traductor y, también, uno de los protagonistas del origen del Hispanismo en Japón a comienzos del siglo XX.