La influencia de la Luna sobre la cabeza de las mujeres

27 de abril _ 31 de julio, 2019

Ocurrió por azar. Al hojear el libro de Jules Cashford, La Luna. Símbolo de transformación (Atalanta, 2018) que acababa de llegar a La Casa Amarilla, el volumen se abrió por la página 308 que incluye la reproducción de un grabado francés de autoría anónima, realizado a mediados del siglo XVII. Su título: La influencia de la Luna sobre la cabeza de las mujeres, atrajo de inmediato la atención hacia la imagen. Cinco mujeres coronadas con medias lunas provistas de un ojo, danzan en círculo para celebrar los dones recibidos. A su lado, un grupo de hombres con candiles son incapaces de ver dónde puede estar el pedazo que falta a la luna creciente.

Siguió la lectura del libro de Jules Cashford, autora con Anne Baring de El mito de la diosa (Siruela, 2005), igual de fascinante; y ambos, unidos por un momento clave: la desaparición de las historias de la Luna, las primeras registradas, y con ellas las de la Diosa. Ocurrió hacia el año 2000 a.C., cuando el Sol tomó para sí el brillo de la Luna y los relatos de la Diosa comenzaron a ser reescritos por los del Dios. El desplazamiento de la orientación lunar a la solar, al final de la Edad de Bronce y principios de la Edad de Hierro, tuvo implicaciones fundamentales cuyas consecuencias llegan hasta la actualidad, como ha analizado el filósofo Owen Barfield en su ensayo Salvar las apariencias (Atalanta, 2015). Barfield establece tres fases en la consciencia humana del mundo: en la primera, que denomina «Participación original», y la describe lunar y orientada a la Diosa, existió un lazo sagrado entre Naturaleza y Humanidad. La apariencia visible y la fuente invisible eran uno y lo mismo, y la vida continuaba más allá de los sentidos. La segunda fase, «Retirada de la participación», comenzó cuando el Sol se estableció como fuerza gobernante y progresivamente se fue desvaneciendo la visión unificada de la Madre Tierra, y con ella la Diosa. La tercera fase, «Participación final», consistiría en recrear la antigua consciencia participativa mediante la Imaginación para restituir lo perdido.

El proyecto expositivo La influencia de la Luna sobre la cabeza de las mujeres convoca a cinco artistas: Louisa Holecz (Londres, 1971), Sandra Moneny (Barcelona, 1976), Charo Pradas (Hoz de la Vieja Teruel-, 1960), Sara Quintero (Madrid, 1971) y Marina Vargas (Granada, 1980), cuyas obras perseveran en el deseo de expresar el sonido del origen, desconfiando de la realidad de las cosas para dar luz a los paisajes interiores del imaginario. En sus obras la apariencia visible y la fuente invisible son lo mismo. La afinidad de las mujeres y la Luna permanece.

Reseñas críticas

Artistas

LOUISA HOLECZ

Doble, 2019

Pigmentos y tinta china sobre lienzo. 195 x 120 cm

LOUISA HOLECZ

Floaters, 2019

Pigmento y pastel sobre lienzo. 200 x 200 cm

SANDRA MONENY

Lunas negras, 2019

Instalación

Vidrio negro fusionado con plata en superficie. 16 cm de diámetro x 1,6 cm

SANDRA MONENY

Lágrimas, 2019

Instalación

Cristal estirado en caliente. 60 x 4 cm de diámetro

SANDRA MONENY

Flores, 2018

Instalación

Vidrio traslúcido y blanco opaco con tonos de vidrio rosa. 10 x 10 x 5 cm

SANDRA MONENY

Semillas, 2019

Vidrio de borosilicato soplado a mano. 5 x 35 x 5 cm (c/u)

CHARO PRADAS

El Huerco III, 2006

Técnica mixta sobre lienzo. 195 x 165 cm

SARA QUINTERO

Cinco mujeres bajo la influencia, 2019

Lápiz e impresión digital sobre papel. 28,6 x 37,6 cm

SARA QUINTERO

Per amica silentiae Lunae, 2019

Lápiz e impresión digital sobre papel. 27 x 41 cm

SARA QUINTERO

Algo se ha creado que nadie ha creado antes, 2019

Lápiz e impresión digital sobre papel. 29 x 19 cm

MARINA VARGAS

La Luna. Tarot Cards, 2010

Técnica mixta sobre madera. 205 x 122 cm

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