La residencia artística en la Academia de España en Roma durante el curso 2015-2016 resultó fundamental en la obra de Josep Tornero, cuyo desarrollo procesual atiende, desde entonces, a evidenciar, sin desvelarlo, aquello que permanece oculto o reprimido, a través de un complejo sistema de relaciones cuyo propósito es el de establecer correspondencias entre imágenes pertenecientes a tiempos distantes. Tarea ciertamente complicada, y siempre al borde del desastre. Pensar el desastre, escribió Maurice Blanchot, es no tener ya porvenir para pensarlo. En noviembre de 1918 sitúa Aby Warburg la aparición de su enfermedad mental que consistía, según escribió durante su estancia en la clínica psiquiátrica Bellevue, el 16 de julio de 1921, en perder “la capacidad de conectar las cosas en sus simples relaciones causales, lo que se refleja tanto en lo espiritual como en las cosas concretas”. José Francisco Yvars considera que el hilo vertebrador del proyecto de Warburg fue cognitivo: ¿qué leer?, y psicológico: ¿cómo leer? En ese hilo, sustentado en la abrumadora documentación recogida por Warburg para su archivo visual, quizás resida el desconcierto del filósofo Ernst Cassirer cuando visitó en Londres la Biblioteca Warburg, acompañado por su director Fritz Saxl: “Esta biblioteca es peligrosa… Debo evitarla de raíz o encerrarme aquí para siempre”.
The Beautiful and the Damned da título a la exposición de Josep Tornero en La Casa Amarilla, convertida en un nuevo tablero propiciatorio de insólitos vínculos y posibilidades entre una selección de imágenes procedentes de diferentes proyectos que comparten su carácter permutable y atemporal, arrojadas como han sido de una narración lineal a los márgenes de la historia. Lectores de tiempo denomina Georges Didi-Huberman a quienes como Aby Warburg recogen muchos trozos resultantes de destrucciones sin fin para desmontar y volver a montar el curso de la historia. Tornero es, sin duda, un lector del tiempo que, en esta ocasión, fija su análisis, desde la pintura y la escultura, en la ontología de la imagen fotográfica con el propósito de interrogar algunas de las cuestiones que, tal como señala Philippe Dubois, han sido determinantes a lo largo de su historia: espejo de lo real, transformación de lo real o huella de lo real. Tornero pinta y esculpe rostros velados, gestos y fragmentos de un escenario en ruina sacudido por el temblor que acompaña a la apropiación de identidades y al derrumbe de la civilización. Todo ocurre en el silencio perturbador que reclaman las imágenes, dispersas a la deriva en un escenario común e intempestivo. [Chus Tudelilla]
Sesión
2 de abril, a las 20 h
_ Chus Tudelilla y Juan J. Vázquez: “Josep Tornero, lector de tiempo”.