Mesa de trabajo
Luis Francisco Pérez. Espacios de significado
[5 abril 2018]
La invitación que me hace llegar Chus Tudelilla para hablar de mi «mesa de trabajo» me produce una doble sensación, o una doble interpretación. Ciertamente ambas emociones serían innegablemente placenteras, si bien cada una posee su propio registro, digamos «defensivo», y su natural argumentación, digamos «defensora». Veamos si yo mismo soy capaz de expresarme con la limpieza y orden que para ello se necesita, y no siempre se consigue, en toda «mesa de trabajo», y la insistencia en el entrecomillado no sería debido a un melindroso prejuicio de querer a toda costa «curarme en salud», pero sí a la humana precaución, con no poco de distanciamiento brechtiano, que se necesita cuando una determinada idea u opinión surge de una invitación externa, y no por la íntima necesidad o gusto personal de expresarla sin mayor motivación que nuestro propio deseo.
¿Podemos seguir refiriéndonos a nuestra «mesa de trabajo» con tan noble frase, con esta cadencia de dulce melodía antigua, con esta resonancia de tiempos menos impacientes y frenéticos, con esta encantadora semántica de épocas no tan ferozmente «entretenidas» como las actuales? Supongo que sí, que no solamente se puede decir sino que, sobre todo, se debe expresar de tan lenta y paciente manera. Pero bien sabemos, ay, que la implacable realidad es demasiado poderosa para acomodarla a nuestros intereses profesionales, tanto como a los sociales, económicos o afectivos. De ahí la doble emoción agridulce a la que al principio de este escrito hago referencia: sería muy bello si así fuera, pero póstumos como somos de nosotros mismos, tal como afirmó Nietzsche con cierta crueldad, también somos hipotecados deudores (otros dicen que «herederos») de nuestra propia contemporaneidad. Ciertamente sí existe una «mesa de trabajo», y la poseemos haciendo uso de ella, muchas veces de forma vicaria, pero sucede que ese lugar de trabajo, ese locus de compleja productividad profesional (el que esa labor también sea «intelectual» ni ennoblece ni embellece el banco de trabajo y en ocasiones la dureza e ingratitud de su asiento y significancia) es tan frágil y desequilibrado como nuestra misma existencia, tan poco seguro como nuestra manera de ganarnos la vida, tan abierto como la propia intemperie que nos define y rodea. Quiero decir: la «mesa de trabajo» se encuentra en muchos lugares a la vez, en tantos como veces hemos pensado en el asunto o investigación que llevamos a cabo en ese momento. La «mesa de trabajo», en el presente que nos define, pero también el que nos acoge y rechaza, es tan fija como movible, tan física como virtual, tan serena como histérica, tan acogedora como ingrata. La actual «mesa de trabajo» bien se puede expresar con las mismas palabras, en verdad poéticas, con que la física define el irrepresentable centro del universo: que está en todas partes y su circunferencia en ninguna. Lo mejor y más práctico será relatar, en el siguiente párrafo, las especiales características que ha tenido mi «mesa de trabajo» durante el último año o año y medio.
La historia empezó con una llamada telefónica. La editora Rosa Olivares me pregunta si estaría dispuesto a organizar y presentar una compilación de textos escritos para muestras de arte -señeras, decisivas, importantes- realizadas en nuestro país entre la década de los 80 y el temeroso año 2000. Por supuesto que sí, fue mi respuesta, luego de hacerme ver lo necesario y oportuno de esa selección de textos, máxime si pensamos que las «nuevas generaciones» de artistas, críticos y en parte también profesores, no había leído esos ensayos, los que finalmente se decidieran. Hasta aquí todo encantador y delicioso. Pero, ay, la felicidad dura poco en la casa del que intenta vivir del arte en este país. Realizada la selección de las muestras empecé a ver con cierto desaliento que resultaba bastante complicado encontrar muchos de los catálogos (imprescindibles para la compilación final en un volumen) de las exposiciones escogidas. Bien: me armo de entusiasmo y valor y (como aquel que dice) «me instalo» en la biblioteca del Reina Sofía porque allí «ESTÁ TODO». Pues bien, allí no está todo. Mucho sí, pero lejos del 100% de lo que se necesita. No importa, me digo, empieza con lo que hay para hacer fotocopias de los textos. Luego de pedidos los catálogos me dirijo con ellos a la sala de las fotocopiadoras. De las tres que hay solo funciona una (ese primer día y todos los que fui). Y al igual que hay paellas con muy poco pollo para tanto arroz hay mucho investigador para tan poco fotocopiadora. Resumo para no cansar: lo que esperaba hacer en un par de días fueron (se dice pronto) más de dos meses de continuas visitas a la biblioteca (si un día no había podido sacar las fotocopias debía devolver el catálogo y al día siguiente, o cuando fuera, volver a hacer la petición correspondiente). Por supuesto, las fotocopias había que pagarlas introduciendo monedas de 10/20 y 50 céntimos en un contador que se comía esas monedas con un hambre feroz (el primer día al no conocer el sistema tuve que salir varias veces a buscar moneditas en los bares cercanos). Nunca quise saber la cantidad exacta de lo gastado en tan vulgar sistema. ¡Dos meses en este plan! Estaba de los nervios. En paralelo a esta triste realidad tenía que indagar, en algo así como una pesquisa detectivesca, dónde encontrar los catálogos faltantes que no los tenían en la Biblioteca del Reina «QUE LO TIENE TODO». Esta búsqueda fue como añadir tristeza a la miseria. ¿Se entiende ahora lo de la rara «mesa de trabajo» que yo he tenido preparando este volumen? La deseaba, ciertamente, pero no la tenía. Esa «mesa de trabajo», al igual que el universo, su centro estaba en todas partes y su circunferencia en ninguna. Precisamente por todo lo narrado resulta muy complicado tener todos los catálogos (algunos pocos sí), disponibles aquí y en este momento, con los que he trabajo para este libro.
Aproximación a la «Mesa de trabajo» de Luis Francisco Pérez en La Casa Amarilla
Fuera de Formato, Centro Cultural de la Villa, Madrid, 1983.
Duchamp, Fundación Miró, Barcelona, 1984.
Del Arte Povera a 1985, Palacio de Velázquez, Madrid, 1985.
El Arte y su Doble, Fundación «la Caixa», Barcelona y Madrid, 1986.
Entre el Objeto y la Imagen – Escultura Británica Contemporánea, Palacio de Velázquez, Madrid, 1986.
Arte Minimal en la Colección Panza di Biumo, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid, 1988.
Antes y después del entusiasmo, KunstRai, Ámsterdam, 1989.
Madrid. Espacio de Interferencias, Círculo de Bellas Artes, Madrid, 1989.
El sueño imperativo, Círculo de Bellas Artes, Madrid, 1991.
100%, Museo de Arte Contemporáneo de Sevilla y Sala del Palacio Episcopal de Málaga, 1992.
Anys 90. Distància zero, Centro de Arte Santa Mónica, Barcelona, 1994.
Cocido y Crudo, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid, 1995.
Inter/zona, Palau de la Virreina, Barcelona, 2000.
Micropolíticas. Arte y cotidianidad (2001-1968), EACC Espai d’Art Contemporani de Castelló, 2003.
Y el libro que, de algún modo, los reúne:
PÉREZ, Luis Francisco, Espacios de significado (Ensayos de exposiciones de arte en España 1983-2003), Madrid, Éxit Publicaciones, 2018.
Nota biobibliográfica
Luis Francisco Pérez, madrileño. La edad no importa, excepto para mí que, con mejor o peor estilo, la padezco. Crítico y teórico de arte contemporáneo, también comisario de exposiciones. Autor de infinidad de textos, artículos y catálogos de exposiciones, más los «bolos» de rigor: conferencias, debates, mesas redondas y cuadradas, cursos, jurados… En la actualidad todas estas actividades han menguado considerablemente con respecto a las décadas gloriosas de los ochenta y noventa. Desde entonces he escrito y colaborado en y con todas las revistas españolas de arte, las mismas que he visto desaparecer una detrás de otra, así como también con otras de Europa y Latinoamérica. Sigo escribiendo, pues el arte contemporáneo me interesa y emociona (o disgusta) desde que empecé en este mundo, pero no más que la música clásica y la ópera, artes que cada día necesito más y más por el placer que me ofrecen. En la actualidad preparo dos muestras con artistas españoles en museos institucionales. Se acaba de publicar el volumen compilatorio Espacios de Significado (Ensayos de exposiciones de arte en España 1983-2003), y tengo en preparación dos nuevos libros. Sigo escribiendo, ya digo, pero sobre todo sigo viviendo y amando.