Mesa de trabajo
Lina Vila
La tinta y la hierba
«La simplicidad es la ley de la naturaleza, tanto para los hombres como para las flores».
[Henry David Thoreau, Diarios, 29 de febrero de 1852]
«Pinto a la acuarela porque me gustaría enseñarte a amar lo que nos rodea».
[Robert Walser, «Acuarela», Ante la pintura. Narraciones y poemas]
Para su exposición en La Casa Amarilla, Lina Vila ha pintado un jardín. No se me ocurre mejor motivo para celebrar los veinticinco años que han pasado desde su primera exposición individual en la sala del Ayuntamiento de Zuera, en 1992. Y para celebrar la memoria de su padre, Pedro Vila, que le enseñó a apreciar la naturaleza y las plantas. Su huerto era su paraíso. Ahora aquel huerto es el espacio utópico de Lina Vila. Los jardines, ha escrito Santiago Beruete, nos hablan de la nostalgia de lo que una vez fue y de lo que nunca podrá ser, de tal modo que la pasión que los seres humanos han sentido a lo largo de la historia por construir jardines, se fundamenta en el deseo de evadirse de la realidad y en el anhelo de retornar a la naturaleza. Lina Vila siente bienestar y equilibrio en el jardín de su casa y en el deseo de hacer permanentes esos sentimientos, lo pinta.
«Contemplar la trayectoria de la obra de Lina me hace sospechar que sus comienzos vocacionales se iniciaron el día que por primera vez tuvo en su mano un lápiz, y con la sencillez de sus tres años comenzó la fase inicial del garabato», escribió José Luis Cano padre en el folleto de la primera individual de Lina Vila. Acertó ya entonces su profesor al señalar los rasgos que siguen identificando el empeño de Lina: «Desde ese día sin saber de jornadas laborales y más tarde ignorando eso de trabajar ocho horas no ha dejado de estudiar, investigar, disciplinar los conceptos y trabajar, todo ello apoyado en una sensibilidad hacia los valores estéticos». Y auguró: «Todo esto es ya el andamio para la realización de una obra que puede ser muy importante y sobresalir entre los vaivenes del próximo siglo».
Han pasado veinticinco años y Lina Vila persevera en su aprendizaje. Lee, estudia, investiga y experimenta, y sigue sin saber qué puede ser eso de trabajar ocho horas al día. No le da la vida. Una de las razones por las cuales la vida es el motivo de su obra, con lo que eso significa; según dice Jean-François Chevrier, la elección de la vida como tema principal supone que el relato se forma a partir de un material disociado, flotante, que se pega a la piel. Tal es la adherencia, que los relatos en la obra de Lina Vila se encadenan fértiles como la tinta que dibuja el ciclo de la hierba. La tinta y la hierba es el título que ha elegido para esta exposición celebratoria. En aquella primera individual de 1992, sin título, Lina presentó estudios del natural, vistas de paisajes de su entorno, y retratos de su abuela Juana Climaca García Gil, acompañada por las figuras protectoras de su madre, María García Gil, y de ella misma. Tres generaciones compartiendo idéntico paisaje físico y emocional. Como siempre ha sido.
En los últimos meses de 2016, Lina Vila realizó la instalación Una mañana más de algún verano configurada con monotipos estampados en tórculo y platos de loza pintada, cuyo montaje, de naturaleza orgánica, dibujaba un círculo en el que convergía su autorretrato con los rostros de su madre y de su abuela, enredados en escenas privadas de sus vidas. Sobre el tema de la genealogía, Rebecca Solnit advierte que cuanto más lejos llegan las ramas del árbol, más mujeres desaparecen: hermanas, tías, madres, abuelas, bisabuelas. Las madres desaparecen. Una realidad que Lina Vila evidencia cuando protege la figura de su abuela, de su madre y, junto a ellas, la suya. Cada una amarrada a fragmentos de vida, disociados y flotantes, y siempre pegados a la piel.
A Lina Vila le fascinan las biografías, en especial de mujeres olvidadas que han sido rescatadas e historiadas. Cuando surgió la posibilidad de hacer un proyecto en el Museo de Huesca dedicado a la reina Petronila, hija de Ramiro II el Monje e Inés de Poitiers, Lina Vila no dudó en aceptar. Sobre Petronila se sabe lo justo. Concebida para dar continuidad a la dinastía de Aragón, la vida de Petronila se corresponde con los dos modelos de mujer establecidos por la iglesia durante la Edad Media, esposas y madres o quedar bajo la tutela eclesiástica. Petronila fue reina de Aragón entre los años 1157 y 1164, cuando abdicó en su hijo Alfonso II y dispuso vivir retirada hasta su muerte en 1173. Lina Vila recreó en la instalación Un jardín para Petronila, un paradisus claustralis, o lugar de recogimiento, en clara alusión al retiro voluntario de la reina. Una decisión más o menos libre, en un tiempo en que el silencio se impuso a las mujeres. Sobre el suelo de la Sala de doña Petronila en el Museo de Huesca, Lina Vila colocó cuatro grandes acuarelas siguiendo el orden armónico de los claustros medievales, cuyos jardines se diseñaban como representaciones ideales por ser modelos del Paraíso, según un registro simbólico acorde con sucesos sagrados de la tradición cristiana, como analizó Yi-Fu Tuan: los lirios blancos sugieren pureza; las rosas rojas aluden al amor divino; las fresas a la rectitud; y las manzanas recuerdan al hombre su caída y también la salvación de Cristo. Motivos que Lina Vila eligió para su jardín dedicado a Petronila, que ahora se presenta en La Casa Amarilla con un carácter profano.
Llegó la primavera, los árboles florecieron y empezó la temporada de las rosas. Y Lina Vila pintó una rosaleda que, al igual que sucede en todos sus paisajes, se corresponde con un particular estado de ánimo. Asunto que interesó mucho al médico, naturalista y pintor Carl Gustav Carus, para quien las múltiples transformaciones que los paisajes naturales expresan no son sino formas de la vida natural, por lo que habría que designar a las diversas resonancias que expresan estados de la vida, etapas de la vida de la Naturaleza; si bien, afirma, aunque la vida misma es infinita en su esencia, sus formas están sometidas a un cambio constante, atrapadas en un continuo emerger y sumergirse, de igual modo que en toda forma individual de vida se señalan cuatro etapas diferenciables: desarrollo, plenitud, marchitarse y destrucción completa. Ciclo vital que es constante en la obra de Lina Vila. En el jardín que ha pintado para La Casa Amarilla, la vida de las plantas constituye el objeto propio del arte del paisaje, al decir de Carus, que atendió a la violenta grandeza de la vida en el planeta con igual atención que a la radiante vida de las plantas: «Mira cómo una planta se alza lenta pero enérgicamente del suelo, cómo se despliegan altura sobre altura sus hojas y se van transformando sosegadamente en cálices y flores, y cómo, finalmente el ciclo se cierra en la semilla dando lugar, al mismo tiempo, a que se abra de nuevo. Cuando nos encontramos rodeados por un exuberante mundo vegetal abandonado a sí mismo, cuando abarcamos de una sola mirada el curso vital tan diferente de tantas plantas (…) se adueña de nosotros una cierta serenidad en el juicio, sentimos atemperarse la inquietud de proyectos y afanes, nos adentramos en el círculo de la Naturaleza y nos elevamos sobre nosotros mismos. Sí, ciertamente es algo maravilloso que el mundo de las plantas surta semejantes efectos incluso físicamente sobre nuestros cuerpos, y cómo los efluvios de las plantas superiores durante la floración tienen habitualmente algo embriagador, que induce en nosotros sueño, paz corporal; cómo diferentes extractos vegetales, a menudo producidos cerca de la floración, provocan incluso en mayor grado un efecto similar, induciendo una disolución total en la Naturaleza, esto es, la muerte».
[La Casa Amarilla. Chus Tudelilla Laguardia]
Mesa de trabajo de Lina Vila en La Casa Amarilla
Libros
Ignacio Abella (ed.), La poesía de los árboles. Antología universal de poemas de los árboles del bosque, Navarra, Huts Editorial, 2016.
María Bashkirtseff, Diario de mi vida, Madrid, Espasa Calpe, 1962.
Santiago Beruete, Jardinosofía. Una historia filosófica de los jardines, Madrid, Turner, 2016.
Santa Hildegarda de Bingen, Libro sobre las propiedades naturales de las cosas creadas. I Libro de medicina sencilla, León, Akrón, 2009.
David Le Breton, El silencio, Madrid, Sequitur, 2001.
Karel Čapek, El año del jardinero, Palma de Mallorca, José J. de Olañeta Editor, 2009.
François Cheng, Cinco meditaciones sobre la belleza, Madrid, Siruela, 2007.
Maria Sibylla Merian, Insects&Flowers. The Art of MariaSibyllaMerian, Los Angeles, The J. Paul GettyMusuem, 2008.
Claude Monet, Los años de Giverny. Correspondencia, Madrid, Turner, 2010.
Jacques Prévert, Arbres. Poèmes, Paris, Gallimard, 1976.
Yi-Fu Tuan, Topofilia, Barcelona, Melusina, 2007..
Volière, Oiseaux de Paradis, Bélgica, BnFÉditions, 2016.
Robert Walser, Ante la pintura. Narraciones y poemas, Madrid, Siruela, 2009.
Gao Xingjian, Por otra estética seguido de Reflexiones sobre la pintura, Barcelona, El Cobre, 2004.
Discos
Hildegard von Bingen, HeavenlyRevelations. Hymns, Sequences, Antiphons, Responds, 1993.
Paolo Conte, Elegia, 2013.
Antònia Font, Alegría, 2002.
Astor Piazzolla, Adiós Nonino, 1998.
Clara Schumann, Piano concerto. Piano trío, 2004.
Lina Vila. Apuntes biográficos
Los apuntes biográficos y trayectoria de Lina Vila pueden consultarse en las páginas web de Lina Vila y de La Casa Amarilla.